Una excursión a la Isla Saona que empezó así… Son las 7 de la mañana, estamos en la recepción del hotel y a duras penas podemos mantener los ojos abiertos. La fiesta en la playa de la noche anterior se alargó más de la cuenta porque nadie pudo resistirse al último tragto de Vitamina R, que es como los dominicanos llaman al ron. Pero ahora toca madrugar. Hemos contratado la que nos aseguran es la excursión más vendida en la República Dominicana: la visita a la Isla Saona. 160 € por persona. ¿Valdrá la pena?
Dos horas de recorrido en autobús entre plantaciones de caña de azúcar y café, salpicadas por humildes poblaciones, nos llevan hasta la provincia de La Romana, mundialmente conocida como la Casa de Campo, un complejo de ocio y recreo para millonarios al que acuden fielmente ‘celebrities’ como Julio Iglesias, Oscar de La Renta, Bill Clinton, Shakira o Sharon Stone. Allí nos espera nuestro catamarán, “el encargado de llevarnos hasta el paraíso”, comenta nuestro guía.
Tras una relajante travesía por un Caribe manso y cálido, y abrazados por el ritmo de una bachata (género musical que va ganando terreno al clásico merengue), nuestra embarcación se detiene a 400 metros de la costa. Estamos en el banco de arena más grande de la zona, una piscina natural de poco más de un metro de profundidad, en la que habitan muchas especies marinas como las estrellas de mar.
Regresamos al barco y Manuel nos recibe con una bandeja de canapés y unos chupitos. Este domicano, de tez mulata y barriguita de bon vivant, es, sin duda, el alma de la tripulación. Una de sus frases favoritas: “Venga, señorita, que siempre es buen momento para tomar un roncito”. El turismo es su vida y disfruta como un enano entreteniendo a los turistas. Y aunque su día a día es una rutina sin apenas sorpresas (agasajar a los visitantes, entretenerles enseñándoles a mover los pies al son del merengue, servir el marisco a la hora de la comida, etc.), no lo cambiaría por nada. De hecho, un amigo de Higüey le ha ofrecido el triple de su sueldo actual por estar al frente de su tienda de souvenirs. Pero “de eso nada, aquí vivo como un rey, me río mucho con los turistas y no soportaría estar encerrado en una tienda todo el día. Esto es el Caribe y hay que disfrutarlo mientras el cuerpo aguante”.
Mientras charlamos con él, notamos que el barco se para de nuevo. En un abrir y cerrar de ojos, la cubierta del catamarán se ha llenado de gafas de buceo, aletas y snorkels. Por fin vamos a descubrir la riqueza de los fondos marinos de la zona, una fauna y una flora marina que discurre entre magníficos arrecifes de coral.
La primera en volver al barco es Maite, una guapísima valenciana de 21 años que conocimos en el avión. Su cara tiene la misma expresión que la del resto del grupo. Radiante. Feliz. Como para la mayoría, esta es la primera vez que practica el buceo de superficie y sencillamente está alucinada. “Aunque me ha dicho que hay enclaves mejores que éste para ver peces tropicales y corales, para mí ha sido increíble. Al principio me daba mucho miedo por si rozaba algún coral pero luego me he relajado y ha sido fantástico».
Isla Saona
De repente, la música ambiental cesa y todo el grupo vuelve su mirada al horizonte para atisbar los primeros trazos de Isla Saona. La estampa es soberbia y nos deja sin habla: un entramado de palmeras que se retuercen formando un tupido bosque de cocoteros a los pies de kilométricas playas solitarias de finísima arena blanca. El color del agua recorre todas las posibilidades del azul, aquí más claro, allá más turquesa…
Aprovechando el silencio reinante, el capitán del catamarán da un golpe de efecto y nos empieza a relatar la llegada de Cristóbal Colón a esta tierra. Fue el 14 de septiembre del 1494, durante su segundo viaje, y la nombró Bella Savonesa en honor al savonés Michele da Cuneo, el primero en darse cuenta que se trataba de una isla independiente de la entonces ya nombrada La Española. Para los indígenas taínos, acostumbrados a llamarla Adamanay, el nuevo nombre resultaba muy difícil de pronunciar por lo que con el tiempo pasó a denominarse definitivamente Isla Saona.
También nos cuenta cómo el famoso cacique Cotubanamá, orgulloso jefe indígena de esta región, se refugió sin éxito en una de las numerosas cuevas de esta isla huyendo del las matanzas protagonizadas por los conquistadores españoles.
Así, entre pinceladas históricas que no hacen sino aumentar la emoción del momento, arribamos a la isla de mayor extensión del país. Estamos dentro del Parque Nacional del Este dispuestos a descubrir por qué ha sido elegida una de las Ocho Islas de Ensueño del Caribe por la prestigiosa revista Caribbean Travel & Life Magazine.
Gracias a un guiño del azar, la inmensa playa que discurre bajo nuestros pies está vacía, a excepción de un par de lugareños que nos ofrecen agua de coco. Instintivamente, el grupo se disuelve para colonizar un pedazo de arena blanca como el azúcar y disfrutar en solitario del espectacular entorno que nos rodea.
Más tarde, tras degustar una buena comida y sintiéndonos ya parte del paisaje, recorremos el poblado de Mano Juan, una pintoresca localidad de pescadores acostumbrados a ver interrumpida su tranquila vida con la llegada de los turistas.
Con la puesta de sol, llega el momento de regresar a nuestra embarcación. Atrás queda una larga jornada llena de experiencias inolvidables, de imágenes paradisíacas que conservaremos en nuestras retinas porque hemos comprobado que el paraíso en la tierra existe y se llama Isla Saona. ¿Valió la pena? Definitivamente, sí.
Buff! Qué recuerdos de mi viaje a Punta Cana. Me encantó Isla Saona, el viaje desde Punta Cana a la isla en catamarán fue de lo mejor, y esas playas blancas con aguas cristalinas… Es sencillamente impresionante la verdad. Volveré a Isla Saona seguro! Gracias por este tipo de artículos
Gracias a ti por pasarte por mi rincón viajero. Me alegra que te haya gustado mi artículo. Un saludo
A tí! Te seguiré leyendo por supuesto 😉 Un saludo!
Aunque no suelen ser nuestros destinos predilectos, cada vez más, intentamos meter con calzador un par de días en algún tipo de estas islas, como en Belice, la última vez.
Saludos!
Yo tampoco soy mucho, por no decir nada, del turismo de sol y playa pero de vez en cuando una escapada de este tipo sienta divinamente. ¡Saludos!
Pues Punta Cana … a pesar de que soy muy reacio a éste tipo de destinos, reconozco que me gustó … y yo opté por otras excursiones más de buceo y … la península de samaná, me dejé la isla Saona … pero viendo tus fotos … la verdad que es el auténtico paraíso !!!.
Un saludo.
La verdad es que a mí también me costó decidirme un poco al principio pero, visto lo visto, repetiría ahora mismo. Ya sabes, Isla Saona te espera 😉 Un saludo
Hola Alicia:
¡Qué recuerdos me traen tus fotos de la isla Saona! Visité la República Dominicana en el 2007 y realicé una excursión en la que además de la cascada del limón estaba incluida isla Saona.
Viajamos en una avioneta que daba mucho miedo, después en un 4×4, el conductor no hacía más que beber vitamina R, llegamos a un poblado con casas de madera sin suelo, montamos a caballo para ver la cascada del limón donde unos niños dominicanos insistían que me metiera con ellos en la cueva de detrás de la cascada, pero no pude, me dio miedo. Después fuimos a la isla de Saona. El guía me dijo que la auténtica palmera del ron Barcadi la había tirado un huracán.
He vuelto a la República Dominica en tres ocasiones más.
Hola, Lola. Muchísimas gracias por tu comentario. Me alegra que mis fotos te hayan traído bellos recuerdos. Yo, de momento, solo he estado en la República Dominicana en un ocasión pero las ganas de volver no me faltan. Un saludo y vuelve cuando quieras a este pequeño rincón viajero.
Gran artículo e increíble descubrimiento. Mis ganas de que el próximo destino sea el Caribe se disparan jaja.
Muchas gracias. Si es así, objetivo cumplido 😉
Me da mucho gusto que te haya gustado esta isla de mi país!.
¿Gustarme? Me enamoró y volvería ahora mismo si pudiese. ¡Es el paraíso! Muchas gracias por el comentario, Anny. Un placer tenerte por aquí.