Durante el pasado puente de diciembre, por fin he podido conocer un destino que tenía pendiente desde hace mucho tiempo. Te hablo de Soria, esa pequeña gran desconocida, situada en el este de Castilla y León, que las plumas de Bécquer, Machado y Gerardo Diego inmortalizaron para siempre. Han sido solo tres días que realmente me han sabido a poco pero suficientes para descubrir el gran atractivo de estas tierras vertebradas por el Duero. Quería conocer su encantadora capital, sumergirme en la historia recorriendo el yacimiento arqueológico de Numancia y, sobre todo, comprobar con mis propios ojos si cuanto había leído sobre la Laguna Negra era cierto.
Rumbo a la Laguna Negra
A medida que nos acercábamos a Soria, la carretera se difuminaba entre espesos bancos de niebla que, junto a las bajísimas temperaturas que marcaba el termómetro del coche, casi nos hacen desistir en el intento de subir a la laguna. Pero la ilusión y el espíritu aventurero ganaron la partida y enfilamos los 50 kilómetros que separan Soria capital y el Parque Natural Laguna Negra y Circos Glaciares del Urbión.
El trayecto desde Soria hasta la laguna es realmente bonito ya que atraviesa el pinar del monte Valonsadero y pasa al lado del embalse de la Cuerda del Pozo. Un mar de agua dulce rodeado de bosques y montañas también llamado embalse de la Muedra, en memoria del pueblo que quedó anegado por el pantano en 1941. Este embalse, el único que regula el río Duero en su cabecera, abastece de agua a la ciudad de Soria y en verano es uno de los lugares preferidos por los sorianos ya que se puede practicar todo tipo de deportes náuticos, pescar y además cuenta con una serie de playas como la famosa Playa Pita. Unos kilómetros más adelante, con la compañía de las vacas al borde de la carretera, se llega al pueblo de Vinuesa desde donde parte una pista forestal que desemboca en el aparcamiento de la Laguna Negra.
Cuando llegamos enseguida nos dimos cuenta que no éramos los únicos que habían decidido empezar el puente visitando la Laguna Negra. De hecho, el parking estaba hasta la bandera y nos tocó aparcar en un lateral de la carretera. Nada más bajar del coche empezamos a intuir el encanto del entorno. La frondosa vegetación de los pinos centenarios y hayas, los matices cromáticos, pequeños arroyos casi congelados y un manto de nieve cubriendo los laterales del camino. Una explosión de naturaleza en estado puro.
Para entrar en calor, tomamos un café con leche en la pequeña cabaña de madera que hay al inicio de la ruta. Allí nos informaron de la campaña de recogida de firmas que han puesto en marcha los hosteleros de Vinuesa para exigir que la limpieza de la nieve en los accesos a la Laguna Negra se mantenga durante todo el periodo invernal y no sólo en fechas señalas. Por supuesto, firmamos para contribuir a fomentar las visitas a uno de los parajes más hermosos de España que he visto hasta la fecha.
Justo enfrente de la cafetería está la parada del autobús público que recorre los 1.800 metros que hay desde el parking hasta la laguna. El precio de ida y vuelta es de 1,20 euros. ¿Lo cogimos? La respuesta es que sí. Pero no por vaguería sino por llegar antes. Cada vez iba llegando más gente -más de 400 personas según leímos en la prensa al día siguiente- y queríamos disfrutar de la laguna con toda la tranquilidad que fuera posible.
Desde donde nos dejó el autobús hay poco menos de 300 metros hasta llegar a los pies de la laguna. Imagino que en primavera y verano este trayecto se debe cubrir en un pispás pero la nieve y las placas de hielo que cubrían el sendero, sobre todo en el último tramo, lo hacían prácticamente intransitable. Todos íbamos en fila india, agarrados a las barandillas y casi sin levantar la vista del suelo para evitar una mala caída.
Ni que decir tiene que el pequeño esfuerzo valió la pena. La Laguna Negra, encajada a unos 2.000 metros de altura, entre paredes de oscura roca gris y farallones, es un lugar fascinante y mágico en el que el tiempo parece haberse detenido. Su poderosa grandeza enseguida me envolvió y un escalofrío de emoción recorrió todo mi cuerpo. Estaba helada, teñida de blanco, y todos los adjetivos que había oído de ella se quedaban cortos para expresar tanta belleza.
Hace unos dos millones de años, la Laguna Negra estaba dentro de un glaciar que se iniciaba en las proximidades del Pico Urbión y que descendía por el cinturón rocoso que la circunda hasta llegar al valle del Revinuesa. Los acantilados, al encontrarse más expuestos al sol, fueron sometidos a sucesivos hielos y deshielos que provocaron el desprendimiento de los grandes bloques de piedra que se ven sobre la laguna. Pero la Laguna Negra no es la única laguna glaciar de la sierra de Urbión. Hay dos más, la Larga y la Helada, que se encuentran a mayor altitud.
Bordeando la laguna hay una serie de pasarelas de madera, salpicadas de miradores, en los que puedes perder la noción del tiempo haciendo fotos y disfrutando del juego de sombras y luces que se reflejan en sus heladas aguas. Nos hubiera gustado llegar al sendero que culmina en una de sus cascadas pero el espesor de la nieve -a mí me llegaba hasta las rodillas- nos lo impidió. Lo que sí pudimos hacer, con mucha cautela, fue llegar hasta la orilla para admirar este espectacular paraje natural desde otra perspectiva y, de paso, dar unos pasos sobre su superficie congelada.
Siguiendo el consejo de los agentes medioambientales, la vuelta la hicimos por la senda del Arroyo de la Laguna ya que el camino estaba en mejores condiciones. Para volver al parking esta vez no cogimos el autobús. Ya no era necesario. Yo tenía mis fotos y la avalancha de personal que seguía llegando a la laguna ya no era un problema. Así que iniciamos el descenso con toda la calma del mundo, disfrutando de un paisaje agreste que guardaré en mi memoria toda la vida.
Una de las muchas leyendas que envuelven a esta laguna cuenta que se llama Laguna Negra porque el lago no tiene fondo y de ahí su color oscuro, pero en realidad su nombre obedece al reflejo que provocan en sus aguas las enormes rocas que la cercan. Será cuestión de comprobarlo en primavera, porque volver, pienso volver.
Cómo llegar a la Laguna Negra desde Soria capital:
Desde Soria a la Laguna Negra hay 50 kilómetros. Tienes que coger la N-234 dirección Burgos hasta llegar a Cidones. Al final de este pueblo, hay que tomar el desvío a mano derecha dirección Vinuesa. Cerca de esta localidad ya verás los letreros que indican el camino hasta la Laguna Negra.
Hola,soy una soriana de pro y por los cuatro costados y no sabéis cómo me enorgullece ser de una tierra como la soriana. Y como me conmueve todo lo k disfrutáis de ella cuando venís a visitarla porque es cierto k Soria ni te la imaginas.Gracias por disfrutar de mi tierra y gracias por difundir nuestro encanto.
Gracias a ti por dejarte caer por mi rincón viajero, Esther. Espero verte de nuevo por aquí
Vivo en Soria desde hace años, y os aseguro que en otoño los matices de colores os dejarán sin habla. A la laguna Negra hay que subir en todas las estaciones del año. En todas ellas hay algo distinto y especial que hacen de este lugar uno de los más mágicos que he visto.
Sin duda, Goyi. Yo, de momento, solo la he visto helada pero tengo muchísimas ganas de volver porque, como bien dices, en cada estación tiene que tener su encanto. Gracias por el comentario y un saludo. ¡Vuelve cuando quieras!
Precioso,recomiendas ir con nieve y con el hielo ?? a mí me parece más pintoresco.
Hace 3 semanas intentamos ir, pero … nos fue imposible puesto que no pudimos alojarnos en ningún sitio con el perro (de 1,5kg) … detesto como aún en España vamos atrasados en ésto …
Pero bueno, mantengo la esperanza de visitarlo pronto!.
Un gran aporte. Un saludo.
Si vais bien equipados, por supuesto que sí. Es increíble ver la Laguna Negra helada y rodeada de nieve. Yo ya tengo ganas de que llegue la primavera para volver. Y sí, tienes toda la razón. Es una pena que el tema de viajar con mascotas esté tan poco desarrollado en España cuando fuera de nuestras fronteras en la mayoría de los casos es lo más normal del mundo. Un saludo y gracias por el comentario
¡Qué bonita la Laguna Negra con nieve! Tierra de templarios y de leyendas, como la de los AlvarGonzález de Machado… Aunque para leyendas, que no lo son tanto, la de la (relativamente) cercana ermita de San Bartolomé construida, dicen, a la misma distancia del Cabo de Creus como del de Finisterre… 🙂 Otros lugares bonitos a los que llegar -mejor en primavera- la Laguna Helada o el nacimiento del río Duero. Nos quedamos esperando tus impresiones del tapeo, ¡ñam,ñam!
Tomo nota de todas vuestras recomendaciones para cuando regrese en primavera. Del tapeo hablaré en un futuro artículo pero, como adelanto, decir que en Soria se tapea de lujo. Un saludo!
Con nieve tiene que ser espectacular, aunque imagino que también algo peligroso (por resbalones y demás).
Es un lugar que deja sin habla.
Besotes
Cierto, es una maravilla. De hecho, fuiste tú quien me animó a conocer la Laguna Negra tras leer tu post así que gracias. Un beso!
Pues si que fue gente aquel finde!!! Nosotros tuvimos suerte cuando fuimos y apenas había gente, por lo que pudimos disfrutar de este precioso lugar casi en solitario.
Por cierto, qué diferente se ve a cuando estuve yo que era primavera!
Saludos
Muchísima gente. De hecho, cuando bajamos, estaban limitando el acceso porque ya no había sitio para aparcar. ¡Qué suerte poder disfrutar de la laguna en solitario! Yo tengo muchas ganas de volver en primavera. Saludos
Pero qué preciosidad de lugar!!!
Nunca he estado en Soria y va a ser cierto eso de «ni te la imaginas» jejejeje.
Menudo cuidado había que tener para resbalar eh… que les veo ahí a todos bien agarraditos a la barandilla de madera 😛
Un abrazo!!
Bonito, ¿verdad? Había visto muchísimas fotografías antes de ir pero nada es comparable a ver la Laguna Negra en directo. Y, sí, había zonas del sendero que estaban impracticables. Yo iba igual que los que salen en las fotos tratando de no soltarme de las barandillas en ningún momento 😉 Un abrazo!
Me ha encantado tu artículo. Es un destino pendiente que se va aplazando no sabes porqué, pero que ahora lo he puesto en primer lugar al ver tus fotos y tu artículo. ¡Precioso! Un saludo
Muchísimas gracias, Karmen. Si te he inspirado a conocer la Laguna Negra, objetivo cumplido. Un saludo!
Soria es un destino que tenemos pendiente desde hace mucho tiempo. Ya hace meses que leímos sobre la Laguna Negra en otros blogs y nos han entrado todavía más ganas de ir. Las fotos son impresionantes, todo nevado es precioso.
Yo también tenía muchas ganas de conocer Soria pero siempre, por un motivo u otro, nunca llegaba el momento. Al final este puente nos decidimos y hemos vuelto encantados porque además no hizo tanto frío como temíamos. Un saludo
No sabes la ilusión que me ha hecho ver tu entrada de hoy y es por dos razones. Una, uno de los campamentos de verano que hice en mis años jóvenes (y tan jóvenes, que debía de tener como 10 años) fue en Soria, y recuerdo cuando fuimos a la Laguna Negra. La verdad es que esos días los recuerdo como muy agradables y si no fuera por el calor sofocante que hacía, incluso diría que espectaculares. Este año quise volver a Soria y al final cambiamos la escapada por Burgos, así que me ha hecho doble ilusión ver tu entrada, recordar esos tiempos y además ver lo que me he perdido. Quiero ir!!
Un abrazo.
¡Cuánto me alegra oír esto, María! Hay recuerdos que nunca se olvidan, ¿verdad? Yo ahora que he podido ver la Laguna Negra congelada sólo pienso en volver en primavera. Es un sitio precioso. Un abrazo!