Un paseo en barco por el río Sumida, Tokio

Un paseo en barco por el río Sumida, Tokio

10 febrero, 2016

Aire fresco, una burbuja de tranquilidad y la posibilidad de contemplar Tokio desde una perspectiva diferente, tomando distancia del maremágnum de luces de neón, imágenes y sonidos que apenas dan tregua en la capital de Japón. Esto es lo que vas a encontrar si decides incluir en tu agenda un paseo en barco por el río Sumida, la vía navegable que atraviesa esta imponente ciudad y que desemboca en la bahía de Tokio.

Un paseo en barco por el río Sumida, Tokio

Sumida, el río que me devolvió la paz

Como comenté en su día, los primeros días en Tokio fueron difíciles, absorbentes, caóticos…. Mis diecisiete jornadas recorriendo Japón concluyeron en una megalópolis que acoge 12 millones de almas en su seno y que exige toda tu energía para enfrentarte a su inabarcable magnitud. La dulce resaca emocional que me dejó Kioto, la bocanada de paz que sentí al contemplar la soberbia silueta del Monte Fuji, los relajados paseos por Kanazawa y Takayama… Apenas habían pasado dos semanas y todo aquello parecía fruto de otra vida, de otro viaje. Ahora estaba inmersa en un estado de desconcierto y asombro constante que creció y se alimentó en barrios como Akihabara, Shibuya o Kabukicho. Necesitaba un respiro. Liberarme de esa sensación de que Tokio me superaba y convencerme de que era capaz de soportar la implacable ola de calor que me azotaba sin piedad día tras día.

Esa anhelada pausa, ese reencuentro conmigo misma, la hallé en las aguas del caudaloso Sumida a bordo de uno de los barcos de la línea Tokyo Mizube, un autobús acuático que surca este pulmón azul de la ciudad y parte del río Arakawa hasta llegar a la zona de Odaiba y el parque de Kasai Rinkai.

Recuerdo que era una mañana gris, como mi espíritu en aquellos momentos, cuando me acerqué caminando desde mi hostal hasta el muelle de Ryogoku. Apenas eran las diez de la mañana y el resto del escaso pasaje, para mi sorpresa, no era occidental.

Ryogoku Bridge. Río Sumida. Tokio Muelle de Ryogoku. Río Sumida. Tokio Embarcando en el autobús acuático. Río Sumida. Tokio

Aunque en en el interior del barco unas cómodas butacas tentaron a mi cansancio, no lo dudé ni un instante y enfilé la escalerilla que me llevó hasta la cubierta donde varias familias de japoneses inmortalizaban el momento con sus cámaras de última generación. Tardé unos minutos en desenfundar la mía. Asida a una de las barandillas, simplemente me dediqué a respirar, a sentir la cálida brisa en mi rostro, dejando que mi mirada vagase entre aquel cielo encapotado y la estela de espuma que dejábamos a nuestro paso. Entonces todo empezó a cobrar sentido. Mecida por el vaivén del barco y contemplando sus riberas, Tokio me pareció más amable, menos agresiva, y creí escuchar en el murmullo de su corriente la bienvenida que tanto esperaba.

Una foto para el recuerdo. Río Sumida, Tokio

Pronto empecé a reconocer lugares que ya eran comunes para mí. La Tokyo Skytree, que con sus 634 metros es la torre de telecomunicaciones más alta del mundo. El Asahi Beer Hall y su controvertida Flamme d’Or, obra del famoso diseñador industrial francés Philippe Starck. Los jardines Hama-Rikyu, la Torre de Tokio y la fachada trasera del mercado Tsukiji, la mayor lonja de pescado del mundo.

Vista de la Tokyo Skytree desde el río Sumida Asahi Beer Hall. Río Sumida. Tokio Torre de Tokio y mercado Tsukiji. Río Sumida, Tokio

Durante la travesía, a medida que íbamos dejando atrás los numerosos puentes y las autopistas que salvan el río, me sentí de nuevo relajada descubriendo un rostro más de la poliédrica Tokio, su imagen desde el río. Esclusas, oficinas, zonas residenciales, los imponentes rascacielos de Shimbashi, las barcazas que funcionan como lujosos restaurantes flotantes, las motos acuáticas que nos rebasaban a una velocidad de vértigo…

Paseo en barco por el río Sumida. Tokio Esclusa del río Sumida. Tokio El skyline de Tokio desde el mar Motos acuáticas en el río Sumida, Tokio Vista de los impresionantes rascacielos de Tokio desde el río Sumida

Así fue como llegamos a la altura del Rainbow Bridge, el titánico puente colgante que conecta Tokio con la isla artificial de Odaiba y que tras su construcción en 1993 es uno de los símbolos más fotografiados de la capital. Si impresiona desde la distancia, imagina navegando entre sus pilares. Si resulta magnífico de día, vístelo de luces al caer la noche. Colosal es la palabra.

Llegando al Rainbow Bridge. Paseo en barco por el río Sumida Detalle del Rainbow Bridge desde el río Sumida. Tokio Vista del Rainbow Bridge desde el barco

Como si de un genial guiño del destino se tratara, poco antes de atracar en el muelle de Odaiba, el sol hizo acto de presencia regalándome una sonrisa que se eternizó durante horas en la que fue una fortaleza alzada como defensa frente a los ataques navales extranjeros. Un espacio de tierra ganado al mar, imprescindible por sus atracciones turísticas, que me reconcilió con Tokio. Con los pies en la arena de su playa, fabricada sí, pero playa al fin y al cabo, con un refresco en la mano, en modo dolce fare niente y disfrutando de su potente y espectacular skyline. Fue como un baño de energía positiva, mi oasis en la jungla de asfalto. El empujón que necesitaba mi cuerpo y mi mente para reaccionar y retomar el diálogo con una de las capitales más fascinantes del mundo.

Llegada a Odaiba Playa artificial de Odaiba Niños jugando en la playa de Odaiba

Como ves, no ha sido una crónica de un crucero fluvial al uso. Más bien un relato que narra cómo un instante, una escapada o un hallazgo pueden cambiar la percepción del lugar que visitas. En este caso, un trocito de Tokio plasmado en un paseo en barco por el río Sumida a flor de piel.

Paseo en barco por el río Sumida: información práctica

Dos de las compañías que operan las líneas de autobuses acuáticos en la capital de Japón son la Tokyo Cruise Ship Company y la Tokio Mizube Cruising Line.

La primera oferta cuatro rutas entre las que destaca la línea Asakusa‒Odaiba a bordo del Himiko, una embarcación de aspecto futurista diseñada por el conocido dibujante de anime Leiji Matsumoto.

Por su parte, la Tokio Mizube Cruising Line, propiedad de la Tokio Metropolitan Park Association, ofrece dos tipos de cruceros: el Asakusa-Odaiba, que es el que yo realicé, y el crucero Asakusa-Nihombashi.

El barco en el que navegué por el río Sumida

Los muelles en los que puedes embarcar son: Ryogoku, Asakusa (Nitemmon), Sumida-ku Azumabashi, Hamarikyu, Odaiba Seaside Park y Kasai Rinkai Park. Duración de la travesía: 40 minutos. Precio desde Ryogoku: 1.130 yenes.

Billete y plano de la Tokio Mizube Line

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12 Comentarios

  1. Núria

    Estupendo relato, leyéndote parece que uno se encuentra justo ahí, disfrutando de tu travesía como si fueses tú. Me queda claro que si algún día puedo ir a Tokio ese paseo en barco es imprescindible.

    Responder
    • Alícia Bea

      Si así ha sido, objetivo cumplido. Gracias por tu comentario. Un saludo

      Responder
  2. Luisa

    Estoy preparando un viaje a Japón y este artículo me viene genial. No pienso perderme ese paseo en barco por Tokio. Gracias por la info!

    Responder
    • Alícia Bea

      Estupendo, Luisa. Gracias a ti por pasarte por mi rincón viajero. Un saludo

      Responder
  3. Victor Ferrando - FotoEscapada

    Yo también me quedé con las ganas de hacerlo, pero no se puede hacer todo… A la próxima!
    Me ha gustado ver algunos lugares que conocí de Tokyo desde el agua 🙂
    ¡Besos!

    Responder
    • Alícia Bea

      Siempre hay que dejar algo en el tintero que te obligue a volver. Besos 🙂

      Responder
  4. Laura

    A medida que lo ibas contanto me sentía otra vez allí, haciendo el recorrido de nuevo. Lo bien que nos sentó la brisa que corría aquella mañana después de tantos días de calor…
    Lo echo de menos Ali, gracias por el post!

    Responder
    • Alícia Bea

      Gracias a ti por leerme aunque sea de vez en cuando, sobrinita 😉

      Responder
    • Alícia Bea

      Gracias, Alicia 😉

      Responder
  5. locosxlosviajes

    Yo me quedé con ganas de hacer uno de de estos paseos, pero las dos veces que pasamos cerca del muelle, resultó que no había ya cruceros: uno porque era tarde, y otro día porque los habían suspendido por la previsión de tifón que se aproximaba a Tokio… Para otra vez será!

    Responder
    • Alícia Bea

      A mí, como ya has leído, me encantó la experiencia. Es una pena que no pudieras hacerlo pero, ya sabes, una excusa más para volver a Tokio. ¡Saludos!

      Responder

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12 Comentarios

  1. Núria

    Estupendo relato, leyéndote parece que uno se encuentra justo ahí, disfrutando de tu travesía como si fueses tú. Me queda claro que si algún día puedo ir a Tokio ese paseo en barco es imprescindible.

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    • Alícia Bea

      Si así ha sido, objetivo cumplido. Gracias por tu comentario. Un saludo

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  2. Luisa

    Estoy preparando un viaje a Japón y este artículo me viene genial. No pienso perderme ese paseo en barco por Tokio. Gracias por la info!

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    • Alícia Bea

      Estupendo, Luisa. Gracias a ti por pasarte por mi rincón viajero. Un saludo

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  3. Victor Ferrando - FotoEscapada

    Yo también me quedé con las ganas de hacerlo, pero no se puede hacer todo… A la próxima!
    Me ha gustado ver algunos lugares que conocí de Tokyo desde el agua 🙂
    ¡Besos!

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    • Alícia Bea

      Siempre hay que dejar algo en el tintero que te obligue a volver. Besos 🙂

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  4. Laura

    A medida que lo ibas contanto me sentía otra vez allí, haciendo el recorrido de nuevo. Lo bien que nos sentó la brisa que corría aquella mañana después de tantos días de calor…
    Lo echo de menos Ali, gracias por el post!

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    • Alícia Bea

      Gracias a ti por leerme aunque sea de vez en cuando, sobrinita 😉

      Responder
    • Alícia Bea

      Gracias, Alicia 😉

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  5. locosxlosviajes

    Yo me quedé con ganas de hacer uno de de estos paseos, pero las dos veces que pasamos cerca del muelle, resultó que no había ya cruceros: uno porque era tarde, y otro día porque los habían suspendido por la previsión de tifón que se aproximaba a Tokio… Para otra vez será!

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    • Alícia Bea

      A mí, como ya has leído, me encantó la experiencia. Es una pena que no pudieras hacerlo pero, ya sabes, una excusa más para volver a Tokio. ¡Saludos!

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