Jerez de los Caballeros, cinco planes para descubrir esta encantadora ciudad extremeña

Jerez de los Caballeros, cinco planes para descubrir esta encantadora ciudad extremeña

Ponemos rumbo al extremo suroccidental de la provincia de Badajoz para detenernos en Jerez de los Caballeros, una de las grandes ciudades monumentales de Extremadura. Una tierra de apreciados jamones y paisajes dibujados por la serena belleza de la extensa dehesa extremeña. Una villa de empinadas calles encaladas, iglesias, conventos y torres que recortan el cielo, cuya longeva historia viene marcada por la presencia de los templarios y la Orden de Santiago. ¿Qué ver y hacer en Jerez de los Caballeros? A continuación te muestro los cinco mejores planes que he seleccionado para ti.

Jerez de los Caballeros Recorre el casco antiguo de Jerez de los Caballeros entre descubridores y templarios

Aunque no puedo imaginar la sensación que tuvo Vasco Núñez de Balboa, uno de sus vecinos más ilustres, al atisbar la inmensidad del Océano Pacífico, sí debo confesar que me sentí como una pequeña exploradora cuando Jerez de los Caballeros se cruzó en mi camino. Y es que no imaginaba que en las estribaciones de Sierra Morena, dominando la vega del río Ardila, se hallaba uno de los rincones más bonitos de Extremadura. Una localidad con aspecto de pequeña ciudad y alma de pueblo que vive alejada del turismo de masas y que conserva una atractiva atmósfera de tranquilidad y cercanía propia de aquellas poblaciones en las que casi todo el mundo parece conocerse.

Lo comprobé callejeando por las enrevesadas calles de su casco antiguo que esconden monumentos religiosos, torres barrocas, palacios y casonas señoriales entre poderosas cuestas que hay que afrontar con ánimo. No temas, la recompensa está asegurada y validada por su designación de Conjunto Histórico-Artístico.

Las empinadas calles de Jerez de los Caballeros Pero para entender el presente de esta noble villa primero hay que echar la vista atrás y conocer las claves de su historia. Una pasado que arranca en la Prehistoria como demuestra el dolmen de Toriñuelo, continua con la Ceret fenicia, la Fama Iluia romana y la Xerixa o Xeris árabe. Tras la Reconquista, Alfonso IX de León cedió su custodia a la Orden del Temple a la que debe buena parte de su fisonomía y su nombre. Aunque a partir de este momento la localidad experimentó un rápido crecimiento como capital del Bayliato, es tras la extinción de los soldados de Dios cuando adquiere su máximo esplendor bajo la tutela de la Orden de Santiago.

Detalle de la Fortaleza Templaria. Jerez de los Caballeros Uno de los ejemplos más interesantes del legado de la Orden del Temple es la Alcazaba o Fortaleza Templaria, una construcción levantada alrededor de una gran explanada central y rodeada por un perímetro de murallas que llegó a tener 26 torreones. Entre los que quedan en pie destaca la Torre del Homenaje, también llamada Torre Sangrienta ya que, según cuentan, allí perdieron la vida los últimos caballeros templarios. De las seis puertas que daban acceso a este recinto solo se conservan dos, la de la Villa y la de Burgos.

Fortaleza Templaria con la Torre Sangrienta al fondo. Jerez de los Caballeros Este enclave es además una privilegiado mirador para contemplar la iglesia de Santa María de la Encarnación, el templo más antiguo de Jerez de los Caballeros. Una construcción neoclásica del siglo XVIII que contrasta con el resto de iglesias barrocas de la villa.

Iglesia de Santa María de la Encarnación. Jerez de los Caballeros Entre los numerosos conventos y ermitas de esta ciudad sobresalen, y no solo por enmarcar su horizonte, las magníficas torres de sus iglesias. Como la de San Bartolomé que sigue el mismo estilo barroco que su impresionante fachada en la que no faltan guiños al estilo mudéjar y a la proximidad con Portugal que se refleja en la cerámica azul que la cubre. La de Santa Catalina y la de San Miguel Arcángel, situada en la céntrica Plaza de España, completan, con la ya mencionada Santa María de la Encarnación, el catálogo de la que se conoce como “la ciudad de las torres”.

Iglesia de San Bartolomé e Iglesia de San Miguel. Jerez de los Caballeros Otros puntos de interés del que está considerado el centro artístico más importante del barroco extremeño son la Casa Vasco Núñez de Balboa, dedicada a la figura de este gran conquistador; el Museo de Arte Sacro y el Parque de Santa Lucía que discurre pegado al exterior de la muralla y desde donde se divisan el valle del río Ardila y las estribaciones de Sierra Morena.

¿Una sugerencia? No dejes de recorrer sus rincones, plazas y calles al caer la noche. Si de día Jerez de los Caballeros luce hermosa, cuando se esconde el sol y se iluminan sus principales monumentos resulta absolutamente encantadora.

Jerez de los Caballeros al atardecer Piérdete entre los paisajes de las dehesas de Jerez de los Caballeros

Jerez de los Caballeros se alza en plena dehesa extremeña, un privilegiado ecosistema con más de un millón de hectáreas que combina el cultivo en las zonas más fértiles y el pastoreo. Un precioso paisaje teñido de cuantos tonos de verdes puedas imaginar en el que se suceden eternos prados, campos con encinas, alcornoques, jaras…

Paisaje de la dehesa de Jerez de los Caballeros Piara de cerdos en una dehesa de Jerez de los Caballeros El origen de la bellota La serena belleza de la dehesa extremeña Además de practicar senderismo en plena naturaleza, Jerez de los Caballeros nos ofrece la oportunidad de vivir una jornada en la dehesa para conocer cómo se cría el cerdo ibérico que encuentra en este hábitat las mejores bellotas para su engorde. Yo realicé esta actividad con Temple Tour, el mismo equipo de guías que me enseñó todos los secretos de la ciudad, y te aseguro que realmente vale la pena. No solo por ver las piaras de cerdos pastando en periodo de montanera, junto a vacas, ovejas y cabras que también aprovechan sus pastos, sino para para aprender a interpretar la flora y fauna que integra un paisaje en el que no faltan grullas, buitres negros y águilas imperiales surcando los cielos. El colofón a esta aproximación a la dehesa extremeña, una comida con los manjares que produce esta tierra.

Comiendo en la dehesa. Jerez de los Caballeros Conoce el proceso de elaboración del jamón ibérico

Para ello nada mejor que acudir a una fábrica local de jamones que por algo estamos en tierras extremeñas. En mi caso, tuve la oportunidad de visitar las instalaciones de Industrias Cárnicas “El Bellotero”, una empresa familiar con una larga tradición en la producción de jamones y embutidos. Allí no solo me mostraron el proceso integro de la elaboración del jamón ibérico, también me enseñaron a identificar un jamón de bellota de Denominación de Origen Dehesa de Extremadura, a qué responden los diferentes tipos de etiquetado y, cómo no, los secretos para realizar un buen corte, todo un arte que los profesionales dominan con un virtuosismo digno de admiración.

Jamones El Bellotero. Jerez de los Caballeros Aprendiendo a cortar jamón. Jerez de los Caballeros Visita el Salón del Jamón Ibérico de Jerez de los Caballeros

Aunque el calendario festivo de Jerez de los Caballeros está lleno de interesantes propuestas como su excepcional Semana Santa, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, o el Festival Templario en el que se recrea el pasado medieval de la villa, si quieres profundizar en la vital importancia que tiene el jamón en esta ciudad, debes visitar el Salón del Jamón Ibérico. Un certamen monográfico que se celebra en el mes mayo con el objetivo de estudiar, promocionar y comercializar el producto estrella de su gastronomía a través de charlas, degustaciones, jornadas técnicas y muestras de folclore popular.

Salón del Jamón Ibérico. Jerez de los Caballeros Cata de jamón. Jerez de los Caballeros Lo mejor de esta feria es que no solo congrega a los mejores productores y elaboradores de jamón ibérico. Sus puertas están abiertas a vecinos y visitantes que hacen de la que durante cuatro días es la capital mundial del jamón ibérico toda una fiesta que conjuga gastronomía y turismo. No hay más que ver a las familias que se congregan alrededor de una buena pieza de jamón en las instalaciones del recinto ferial.

Recinto ferial. Jerez de los Caballeros El ambiente de la feria. Jerez de los Caballeros Si tras visitar Jerez de los Caballeros quieres seguir combinando naturaleza, cultura y gastronomía, puedes recorrer la Ruta del Jamón Ibérico Dehesa de Extremadura, una propuesta turística que engloba más de 30 municipios de las comarcas del sur de Badajoz.

Disfruta de la gastronomía de Jerez de los Caballeros

No solo de jamón vive el jerezano. La gastronomía de esta villa extremeña va más allá de su gran seña de identidad y nos presenta una serie de platos que se caracterizan por la calidad de los productos con los que se elaboran. Te hablo de calderetas, espárragos trigueros, migas, setas y deliciosas partes del cerdo como el secreto o el lagarto que, cómo no, comparten mesa con lomos, chorizos, salchichones y quesos. En materia de repostería, no dejes de probar los bollos turcos, una divina tentación hecha con almendras, huevo y azúcar, los pestiños y las flores de miel.

Los sabores de Jerez de los Caballeros Bollo turco, el dulce típico de Jerez de los Caballeros ¿Dos recomendaciones para comer en Jerez de los Caballeros? La Posada de las Cigüeñas, un acogedor hotel cuyo restaurante, especializado en pescados y carnes de cerdo, está ubicado bajo las centenarias bóvedas de una antigua capilla (C/ Santiago, 5-7). Mi segunda sugerencia, el Bar Kapi situado en el nº 9 de la Plaza España. Allí pude probar los famosos gurumelos, unas setas propias de esta zona; las castañetas -glándulas salivares del cerdo- y el guarrito frito, un exquisito cochinillo tierno y sabroso.

Informado quedas. Extremadura tiene el impresionante casco histórico de Cáceres, la grandeza romana en Mérida, su bucólico Valle del Jerte, la Sierra de Gata, Las Hurdes y también Jerez de los Caballeros, una gran desconocida que ningún viajero debería pasar por alto.

Más información: Ayuntamiento de Jerez de los Caballeros.

Nota: Este artículo forma parte del blogtrip #SJamon16 organizado por RV Edipress.

La viajera que he sido, la que soy y la que quiero ser

La viajera que he sido, la que soy y la que quiero ser

Tranquilo. No me ha visitado el fantasma del pasado, el presente y el futuro, ni me he convertido en el protagonista del clásico de Charles Dickens. Tampoco pretendo ganarme unas alas como el ángel de Qué bello es vivir. Simplemente he decidido pararme y verme, cobijándome en este “de cerca”, en el que de vez en cuando me lanzo a teclear. Sintiéndome libre. Sin decenas de páginas abiertas en las que busco más y más información, sin que mi escritorio parezca un campo de batalla sembrado de folletos, anotaciones, pases turísticos o entradas de museos. Solo un documento vacío en mi pantalla que lleno línea a línea por el puro placer de desconectar, de cambiar el chip, por cubrir la necesidad de contar algo diferente. En esta ocasión, divagar repasando la viajera que he sido, centrarme en la que soy y soñar despierta con la que quiero ser. Sí. Esto es un desnudo, un “voy a soltarte mi rollo”, así que si quieres abandonar la lectura, ahora es el momento.

Mapa del mundo

La viajera que he sido

No provengo de una familia de Cooks, Livingstones ni Amundsens. Mi padre nunca fue Phileas Fogg ni mi madre Passepartout. Pertenecen a una generación de luchadores, la del 36, la de los criados en la posguerra; una de tantas parejas que encontró en Mallorca el gran destino para celebrar su viaje de novios. Amigos de lo cercano, las vacaciones de mi infancia y adolescencia transcurrieron en la Costa Brava -de ahí mi devoción por el mar-, con alguna escapada para conocer algo de Andalucía, Levante y poco más. Nada de cruzar fronteras pero todo extraordinario para una chiquilla inquieta y preguntona que adoraba a Gustavo, el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo.

Él tenía su micrófono, yo un globo terráqueo que recibí en mi noveno cumpleaños. Mis padres siempre recuerdan la ilusión que me hizo tener el mundo en mis manos. La ilusión y la tabarra que les di con aquella bola iluminada que me empeñaba en dejar encendida todas las noches, tras pasarme horas dándole vueltas y más vueltas, frenándola con el dedo para ver en qué país se detenía. ¿Y esto dónde está, mamá?; Papá…¿de Barcelona hasta aquí cuantos días tardaría en llegar?; ¿Cuál es la montaña más alta del mundo?; ¿Dónde tengo que ir para ver elefantes y jirafas?

El mundo en mis manos

Nadie, salvo acaso Tintín y ese regalo que vete a saber dónde acabó, me contagiaron el virus viajero cuando levantaba poco más de medio metro del suelo. Fue años más tarde, a base de consumir de forma compulsiva literatura de viajes, cuando despertó con una fuerza brutal aquello que llevaba latiendo desde siempre en mi ADN: la necesidad de viajar. De saber qué había más allá de ese lugar común llamado zona de confort.

En algún lugar leí que la historia de la humanidad es la de los viajes. Hice mía esa frase. Quería escribir mi vida en kilómetros, en millas. Recorrer el mundo con la curiosidad y la sed de conocimiento como único combustible que guiara mis pasos. También aspiraba a vivir de ello así que encontré en el periodismo de viajes aquello que andaba buscando. El medio en el que poder narrar los horizontes que iba conquistando, la vía para saciar mi ansia de respuestas y el modo de conseguir llenar mi nevera. Tuve mucha suerte. Me licencié en mayo y en junio ya estaba trabajando en una revista de viajes. Allí aprendí buena parte de lo que sé. Primero como redactora y al poco tiempo, como redactora jefe. Mi trabajo soñado. Una época dorada, la del papel y los quioscos llenos de grandes cabeceras, en la que siempre viajaba acompañada de un fotógrafo, sin redes sociales que me distrajeran de las explicaciones del guía de turno ni de lo que acontecía a mi alrededor. Años en los que la imprenta recibía la revista en un invento del diablo llamado zip, cuya tremenda capacidad inicial era de 100 MB, e impresa en papel con las diapositivas enganchadas con celo donde correspondía. Muy, 2.0 ¿verdad? Años en los que solo sabíamos de Internet que iba a ser una gran autopista de la información.

La viajera que soy

Luego llegó la crisis, mi traslado a Madrid y el blog. Este rincón viajero que abrí a modo de portfolio, como un “sigo aquí”. Una ventana al mundo que me permite, colaboraciones al margen, desarrollar lo único que, humildemente, creo que sé hacer: viajar y contarlo.

¿Qué viajera soy ahora? Básicamente la misma que en su día cayó en las redes de esta bendita enfermedad que te convierte en un culo inquieto, en un ser impaciente al que le cuesta cada vez más tener la maleta varada en el altillo. Una persona que disfruta cada viaje, a la vuelta de la esquina o al fin del mundo, como si fuera el último. Que sigue tan preguntona que puede llegar a ser cansina. Que se pasa las horas muertas escuchando cómo sus amigos le relatan sus viajes. “Desde el principio, como si fuera una película”, les suelo decir.

Logo Objetivo Viajar

Eso sí, mi bagaje, curtido viaje a viaje, me ha dejado claro una cosa: la vuelta al mundo no es para mí. Admiro, respeto y envidio con infinito cariño a aquellos que son capaces de cerrar puertas y lanzarse a cumplir su sueño con todas las de la ley. Les sigo allá donde quiera que van y viajo a través de sus ojos, de sus palabras, de sus almas. Pero un viaje sin billete de vuelta no es para mí. Tal vez hubiera sido posible en otro momento. Pero no ahora.

Ahora, tras bajarme de un avión, tren o autobús, siento la necesidad de parar. De rebajar la intensidad de las emociones vividas, de recolocarme tras haber dejado un trocito de mí en aquellos rincones que llegaron a calarme hasta los huesos. Como Estambul, Israel, Perú, Jordania y tantos otros. Disfruto enormemente del regreso; de esos momentos en los que paso las fotos -ya digitales- al ordenador, de esos fugaces instantes en los que estoy escribiendo sobre una sierra, levanto la mirada, y en mi ventana veo cómo atardece desde el café de las alfombras de Üsküdar o me rodea un campo de velas en Petra.

Visita nocturna a Petra. Jordania Sería incapaz de saltar de país en país sin pisar el freno. Necesito esa pausa porque mi cabeza lo exige. Para vaciarme del aluvión de imágenes, colores, sonidos y sabores recién descubiertos. Para paladear cada conversación trazada con los del lugar, para sopesar los aciertos y errores cometidos, para disfrutar del placer de recordar, revivir y, si se da el caso, soñar con regresar. Además, tampoco tendría la energía suficiente como para hacerlo más allá de dos meses. Sé que el agotamiento acabaría conmigo. Ya no tengo 20 años…

¿Cuánto dura mi reposo? Hasta que un nuevo viaje se cruza en mi camino. Hasta que a mi revoltoso trasero le quema la silla, hasta que compruebo que todo sigue estando en su sitio, que los míos están bien, que puedo seguir volando allá donde me lleve el viento. Entonces vuelve la impaciente, la inquieta, la mari-nervios, aquella a la que se le cae la casa encima y necesita respirar aires nuevos. Aquella que aún siendo consciente de su frase de cabecera -el mundo es demasiado grande para una sola vida- se empeña en llevarle la contraria e incluso llega a frustrarse viendo lo rápido que se escapan los años, lo mucho que le queda por ver, experimentar y aprender en la gran escuela de la vida: recorriendo el mundo. Tremendo estrés ver cómo corre el calendario y cómo tu wishlist en vez de menguar aumenta…

La viajera que quiero ser

Alguien que se halla liberado de esta losa que tanto le agobia. Que comprenda que por mucho que quiera ni es Superman ni Dorian Gray. Que no se puede detener el tiempo y que ya va siendo hora de asumirlo.

Alguien un poco más ordenado. Presumir de vivir en un “caos organizado” suena muy bien pero no deja de ser un incordio. Como lo es la tortura de revisar una y otra vez si llevo toda la documentación necesaria antes de partir. Pasaporte, reservas, billetes… Billetes, reservas, pasaporte… Reservas, pasaporte, billetes… ¿Te suena de algo la palabra TOC? Pues es el trastorno obsesivo compulsivo que sufro siempre con mis papelitos viajeros.

¿Qué no quiero? Poder conciliar el sueño antes de viajar, dejar de sentir mariposas en el estómago al despegar, deshacerme del material que acumulo antes y durante un viaje, preferir un museo a un café con un desconocido, obsesionarme si, a pesar de tenerlo planificado, una visita se cae de la agenda, permitir que nada ni nadie como diría Sabina me robe el mes de abril

Tampoco quiero dejar de sorprenderme con los pequeños y grandes escenarios que me esperan en mi futuro yo viajero. Porque las ciudades pueden llegar a parecerse, los paisajes aparentar ser otra versión de lo mismo pero, si tu espíritu sigue siendo el de una niña inquieta, si profundizas un poco, si sales de los caminos trillados en busca de algo más, te das cuenta de que no es así. Cada lugar es único, cada destino tiene una historia que merece ser contada y gentes que te dan auténticas lecciones de vida. Porque no hay dos amaneceres ni dos atardeceres iguales.

Puesta de sol en Wadi Rum. Jordania

No. No quiero perder la pasión, el amor por lo diferente y la complicidad con lo que me es más cercano, esa necesidad de viajar que, como te decía, llevo impresa en mi ADN. La que me hace despertar cada mañana deseando estar bajo otro cielo, rodeada de otra cultura, con la mente abierta y los sentidos alerta para empaparme de la tierra que piso. Para poder volver a casa y contarlo en este pequeño rincón viajero que me apasiona construir día a día.

Una necesidad que espero me escolte, como la más fiel de las compañías, hasta el fin de mis días. Cuando las canas, las ojeras y las arrugas no sean un problema sino una bendición. Para poder mirarme al espejo y decir con una sonrisa “que me quiten lo viajado”.

Toda verborrea llega a su fin y tras más de 1.700 palabras, es este. Espero haberte entretenido con mis historietas, hablándote de mi libro, mostrándote una sincera radiografía de quien te escribe. Yo sí lo disfruté. Un mundo.

Siete atractivos planes para conocer la provincia de Sevilla

Siete atractivos planes para conocer la provincia de Sevilla

Me dijeron que había otra Sevilla escondida en su provincia. Un territorio en el que la naturaleza y la mano del hombre habían logrado forjar paisajes únicos. Me tentaron con montes y dehesas, hermosas marismas y eternos arrozales, buena gastronomía, enclaves arqueológicos y sorprendentes parajes. Me hablaron de la provincia de Sevilla, un destino injustamente desconocido por muchos que ahora, tras conocerlo, te presento a través de siete atractivos planes. Porque es cierto, hay otra Sevilla que reclama ser descubierta y que no merece ser eclipsada por el brutal embrujo de la capital andaluza. ¿Buscas nuevas experiencias? Sigue leyendo.

Paisaje del Cortijo El Esparragal. Provincia de Sevilla San Nicolás del Puerto. Provincia de Sevilla Dehesa. Provincia de Sevilla Descubre el poder de la naturaleza en el Centro de visitantes del Guadiamar

Recorrer las instalaciones del Centro de Visitantes del Guadiamar, situado en Aznalcázar y a escasos metros de la orilla del río que le da nombre, es fundamental para conocer la historia de uno de los Paisajes Protegidos más bonitos de la provincia: el Corredor Verde del Guadiamar. Y es que viendo las fotografías que aquí nos muestran resulta casi imposible creer que lo que hoy es un fértil pasillo que une Sierra Morena y Doñana, fuera el escenario de una de las mayores catástrofes medioambientales que se han producido en España. Todo sucedió en abril de 1998 como consecuencia de la rotura de la balsa de decantación que almacenaba los residuos tóxicos de la mina de pirita de Aznalcóllar. Las consecuencias fueron devastadoras, dos mil millones de litros de lodos y otros tantos millones de aguas ácidas se vertieron al Guadamiar. Solo la rápida respuesta de la Junta de Andalucía, apoyados por vecinos de la zona y cuantos ecologistas se acercaron a echar una mano, impidió que esta gran mancha contaminante llegara a las puertas del Parque Nacional de Doñana.

Centro de Visitantes del Guadiamar. Provincia de Sevilla Las consecuencias del vertido en el Guadamiar. Provincia de Sevilla Tras 18 años de duros trabajos y de dejar que la naturaleza siguiera su curso, aquella tragedia hoy es pasto del pasado y, afortunadamente, el río de príncipes, como lo llamaran los musulmanes, vuelve a estar lleno de vida.

Disfruta de la variedad de paisajes del Corredor Verde del Guadiamar

Ahora que ya sabemos cuánto luchó esta tierra por renacer, llega el momento de sorprendernos con los cambiantes paisajes que discurren a lo largo de la cuenca del Guadamiar: monte mediterráneo, dehesas, zona de campiña y bosques de ribera que a los pies de Doñana se transforman en marismas y extensos arrozales. Un espectacular lienzo natural en el que no faltan miradores, senderos y puntos de información que guiarán nuestros pasos por el Paisaje Protegido Corredor Verde del Guadiamar.

Dehesa de Tornero. Provincia de Sevilla Restos del Molino de la Patera en el Corredor Verde del Guadamiar Podemos recorrerlo en bicicleta, a caballo, a pie, o como yo tuve el privilegio de hacerlo; en carriola por uno de los tramos en los que discurre la Romería del Rocío y en compañía del equipo de Guadiamar Educa que oferta esta actividad a todos aquellos que quieran experimentar qué se siente siendo rociero. Ponte en situación. De la garganta de un veterano cantante fluyen sevillanas, acompañadas de palmas regadas con fino y rebujito. Muestras del folclore local que ponen la banda sonora a un trayecto que nos acerca a las ruinas de antiguos molinos harineros, a saltos de agua y a hitos de esta romería como el templete de la Virgen del Rocío o el Vado del Quema, donde se bautizan los que hacen el camino por primera vez. Se siente alegría, se siente hermandad, y en mi caso, unas irrefrenables ganas de volver para disfrutar con todas las de la ley de esta fiesta declarada de Interés Turístico Internacional.

En carriola por un tramo del camino rociero a su paso por la provincia de Sevilla Momentos de folclore y hermandad en tu tramo del camino rociero Recorre los escenarios de La Isla Mínima en las marismas del Guadalquivir

Cuando vi La Isla Mínima, en mi opinión de lo mejor que ha dado el cine español en los últimos años, me quedé fascinada con los paisajes que su director, Alberto Rodríguez, escogió para enmarcar su brillante thriller. Impresionantes tomas aéreas del cauce del Guadalquivir rumbo a su desembocadura, brazos como el de los Jerónimos que discurren entre cañas y juncos, pueblos ribereños e infinitos humedales doblegados, no sin esfuerzo, por el hombre en los que germina el mayor arrozal de Europa. Y es que las marismas del Guadalquivir son un personaje más de esta película que nos acerca a una parte de esa Sevilla desconocida de la que te hablo. A Isla Mayor, un pequeño municipio que cuando inunda los extensos campos de cultivo que lo rodean se torna isla, a La Puebla del Río con su ya famoso embarcadero y sus restaurantes, a la propia Isla Mínima, a la Playa de los Morenos o al Poblado de Cotemsa, construido para dar alojamiento a los temporeros. Escenarios dignos de la gran pantalla que, de existir, hubieran sumado el undécimo Goya, el que premia las mejores localizaciones.

Isla Mayor, un escenario de pelicula en la provincia de Sevilla Paisaje de Isla Mayor. Provincia de Sevilla Vastos y llanos arrozales cubiertos de agua medio año y desnudos el resto, canales que delimitan las tablas, rutas de senderismo y cicloturismo, paseos en barca, cangrejos, angulas y doradas combinadas con el mejor arroz, y, cómo no, la gran variedad de aves que pueblan su cielo. Es lo que hallarás si te acercas a este rincón de la geografía sevillana que ahora puedes descubrir siguiendo la ruta turística que recoge los principales escenarios en los que se rodó La Isla Mínima. ¿A quién no le apetece protagonizar su propia película?

Relájate avistando aves en la provincia de Sevilla

La provincia de Sevilla, con más de una veintena de Espacios Naturales Protegidos, es todo un referente en turismo ornitológico. Buitres negros y águilas reales en la Sierra Norte, águilas imperiales en Aznalcázar, patos reales y garzas en Utrera, fochas cornudas y flamencos rosas en la Sierra Sur… Si quieres conocer los mejores enclaves para disfrutar de una relajante jornada avistando aves, puedes consultar Birding Sevilla, un portal que oferta diferentes paquetes turísticos en las comarcas sevillanas.

Dehesa de Abajo. Provincia de Sevilla Avistamiento de aves en La Dehesa de Abajo. Provincia de Sevilla Laguna en la Dehesa de Abajo. Provincia de Sevilla Uno de estos parajes es la Reserva Natural Concertada Dehesa de Abajo, situada en La Puebla del Río, a tan solo 30 kilómetros de Sevilla capital. Desde el Centro de Visitantes, su equipo de guías y monitores transmiten su pasión por la naturaleza y el respeto por el medioambiente organizando visitas, cursos de ornitología y botánica o talleres de fotografía. El gran valor ecológico de esta reserva para las aves del entorno de Doñana es indudable ya que cuenta con una de las principales colonias europeas de cigüeñas blancas y con una importante presencia de flamencos que nidifican en su laguna. Ya en zona de pinares y pastozales se pueden ver aves rapaces como el milano real, águilas calzadas y ratoneros comunes, entre otros. ¿Un aliciente más para visitar la Dehesa de Abajo? La posibilidad de ver un lince ibérico, el felino más amenazado del mundo.

Ríndete a los sabores de la provincia de Sevilla

La diversidad que caracteriza a la provincia de Sevilla también se refleja en la variedad de su propuesta gastronómica. Una cocina que combina tradición y vanguardia a partir de productos autóctonos como el cerdo ibérico, el rey de la Sierra Norte, que además de un delicioso jamón da pie a exquisitos embutidos como chacinas, chorizos, salchichones y morcillas. Además del cerco, también están presentes en las mesas sevillanas otras carnes -de vaca retinta, cordero o de caza mayor y menor-, que combinadas con potajes, salmorejos, migas, quesos de cabra, aceitunas machacás, setas, aceites de gran calidad, buenos tintos, blancos y mostos, y licores y anisados, componen un recetario de lo más apetecible.

Los sabores de la provincia de Sevilla Lagartito iberico. Restaurante Batan de las Monjas. Provincia de Sevilla Recetario en el que, por supuesto, no puede faltar el arroz ya que las más de 300.000 toneladas al año que se producen en esta provincia la convierten en la principal zona arrocera de España. Con hongos, chirlas y gambas, con caracoles y cabrillas, con pollo de campo… Una buena opción para probar la cocina marismeña la encontrarás en el restaurante El Estero, famoso por su arroz con cangrejo rojo o con pato (Av. Rafael Beca, 6-11. Isla Mayor). Para degustar lo mejor de la Sierra Norte, mi recomendación es el restaurante del Batán de las Monjas (Vereda de las Moreras, km. 3.5. San Nicolás del Puerto). Sus lagartitos y carrilladas ibéricas son todo un regalo para el paladar. Ya lo sabes, cuando viajes a esta provincia andaluza, olvida la báscula. Solo así podrás apreciar los sabores de esta tierra como se merecen.

Viaja a la antigua Roma en el Conjunto Arqueológico de Itálica

Nos desplazamos a la comarca del Aljarafe, concretamente a la villa de Santiponce, para conocer la ciudad romana de Itálica, uno de los muchos ejemplos que atestiguan el gran legado monumental y artístico que atesora la provincia de Sevilla. Los orígenes de este enclave, que desempeñó un importante papel durante el Alto Imperio Romano, se remontan al año 206 a.C., cuando, en el marco de la segunda Guerra Púnica, el general Publio Cornelio Escipión estableció un destacamento de legionarios en el Cerro de San Antonio. Cuna de emperadores como Trajano y Adriano, con el tiempo Itálica pasó a ser una colonia equiparándose administrativamente a la metrópoli.

Conjunto Arqueologico de Italica. Provincia de Sevilla Italica Past Wiew Lo más llamativo del Conjunto Arqueológico de Itálica, además de las murallas, las termas o edificios como la Casa de la Exedra o la Casa de Neptuno, es, sin duda, su espléndido anfiteatro, uno de los más grandes levantados por Roma. Si quieres comprobar cómo era en el siglo II, solo tienes que descargar en tu dispositivo Italica Past View, una aplicación que a través de audiovisuales, realidad aumentada y reconstrucciones infográficas te hará sentir un gladiador más en la arena, un espectador en la cavea, descubrir espacios como el Nemeseum o la Fossa Bestiaria, y, sobre todo, desear salir por la Porta Triumphalis y no por la Libitinaria, destino final de los caídos en la lucha. Toda una experiencia educativa y lúdica que gracias a la tecnología nos trae el pasado a nuestras manos.

Actívate y practica deporte al aire libre

Gracias a su buen clima y a la infinidad de espacios naturales que posee, la provincia de Sevilla nos ofrece multitud de opciones para incluir en nuestra agenda actividades de turismo activo. Rutas de senderismo, Nordic Walking y paseos en bici en cada una de sus seis comarcas, escalada, piragüismo, golf, vuelo en globo, ala delta, parapente… Por tierra, aire o agua, escojas el deporte que escojas tendrás como telón de fondo un patrimonio natural sobresaliente.

Ciclismo en la Via Verde de la Sierra Norte Ruta en quad en el Cortijo El Espagarral. Provincia de Sevilla Un claro ejemplo lo encontramos en el Parque Natural Sierra Norte que encierra uno de los paisajes más asombrosos de esta provincia, perfecto para practicar rappel, escalada o espeleología. Te hablo del Cerro del Hierro, un paraje kárstico en el que la erosión y la explotación minera han trazado un enjambre de caprichosas formas y colores únicos dominado por simas, corredores y agujas que recortan el cielo. Adentrarte en sus entrañas, atravesando túneles excavados en la roca, vías de agua y zonas de frondosa vegetación, es una de esas experiencias que no se olvidan. Yo lo hice a pie con parte del equipo de PinaPark Aventura, la misma empresa de turismo activo que consiguió que me animase a conducir un quad por primera vez en el Cortijo El Esparragal y que me mostró la grandeza de la Vía Verde de la Sierra Norte en bicicleta.

Cerro del Hierro. Provincia de Sevilla Y hasta aquí los siete atractivos planes que he seleccionado para animarte a conocer la provincia de Sevilla. Una lista que espero ampliar muy pronto porque, definitivamente, he podido comprobar que hay otra Sevilla de la que me queda todavía mucho por descubrir.

* Nota: Este artículo forma parte del blogtrip #provinciaSVQ organizado por Prodetur, sociedad instrumental para la promoción turística de la Diputación de Sevilla.

Más información: Turismo de la Provincia de Sevilla

Turku, esencia nórdica en la ciudad más antigua de Finlandia

Turku, esencia nórdica en la ciudad más antigua de Finlandia

El río Aura le da su razón de ser; su archipiélago, con más de 40.000 islas e islotes, paisajes de escándalo; sus instituciones culturales, un cosmopolita ambiente universitario; su longeva historia, hitos arquitectónicos; y su gastronomía, magníficos restaurantes y cafeterías para honrar al paladar. Así es Turku, la antigua capital de Finlandia, una atractiva ciudad donde la vida transcurre en tono nórdico. Sin prisa pero sin pausa, al ritmo que marcan las bicicletas, luzca el sol o llueva.

El río Aura, Turku

Debo confesar que antes de este viaje hubiera sido incapaz de nombrar alguna característica de Turku más allá de su ubicación en la costa sudoccidental del país. Por si te hallas en la misma situación, un puñado de apuntes. Turku es la ciudad más antigua de Finlandia y no fue fundada como tal por ningún monarca sino que creció de forma natural al abrigo de su río allá por 1229. La palabra Turku significa mercado, y su nombre en sueco es Åbo, que podría traducirse como asentamiento ribereño. Es la tercera ciudad de Finlandia por su tamaño, después de Helsinki y Tampere, y mantuvo su estatus de capital hasta 1812. Sus dos lenguas oficiales son el finlandés y el sueco.

Aunque los numerosos incendios que asolaron Turku se llevaron consigo buena parte de su factura medieval, Turku sigue siendo una ciudad de serena belleza a ojos del viajero que reclama al menos dos días para conocerla, para saborearla con calma y captar la esencia finlandesa que corre por su venas.

Plaza Mayor de Turku Callejeando por el casco antiguo de Turku Ambiente universitario en Turku

Un recorrido que bien podría empezar paseando por las encantadoras riberas del Aura, el alma de Turku y su mejor tarjeta de presentación. No en vano en sus inmediaciones se concentran sus principales atractivos, su pasado y su presente. Buena muestra de ello son el museo de historia y arte contemporáneo Aboa Vetus & Ars Nova, la Casa Qwensel -el ejemplo más antiguo de vivienda burguesa de la ciudad-, el Museo Farmacéutico, o el Sibelius, la galería de música más importante del país cuyo nombre es todo un tributo a Jean Sibelius, el más famoso compositor finlandés.

Museo Aboa Vetus & Ars Nova. Turku

Pero, sin duda, hablar de Turku conlleva hablar de sus dos principales monumentos, la Catedral y el Castillo. Situada sobre la céntrica colina Unikankare, una de las siete que dominan la ciudad, la Catedral de Turku, de sobria estampa y marcado estilo gótico alemán, está considerada la gran joya del país. Consagrada al culto luterano en 1300 y testigo fiel de muchos acontecimientos históricos, hoy en día es uno de los templos más solicitados por los finlandeses para casarse. Dicen que su eterno pasillo, con dos salidas laterales a medio camino por si toca huir, tiene algo que ver. Bromas aparte, no dejes de visitarla tras detenerte en la antigua plaza mayor en la que se dan cita interesantes edificios como la Casa Consistorial y las casas de Brinkkala, Juselius y Hjelt.

Catedral de Turku Catedral luterana de Turku Interior de la Catedral de Turku

Un delicioso paseo conectado por el Aura nos lleva hasta su desembocadura donde se alza desde 1280 el imponente Castillo de Turku. Palacio real, cárcel, almacén, cuartel militar… Varias han sido las funciones que ha desempeñado este símbolo de Turku cuyos muros encierran momentos de gloria, como los vividos bajo el mandato del rey Juan III de Suecia, asaltos y devastadores incendios. El precio de la entrada es de 9€ y se realizan visitas guiadas.

Castillo de Turku Interior del Castillo de Turku Un viaje al pasado en el Castillo de Turku

Otro lugar imprescindible para conocer cómo era Turku hace dos siglos es el Museo de Artesanía de Luostarinmäki, la única zona de la ciudad que no se vio afectada por el gran incendio de 1827 que calcinó tres cuartas partes del casco urbano. Este parque temático al aire libre, cuyos edificios, callejones y jardines son una ventana para conocer las profesiones artesanales de la era pre-industrial, abre sus puertas en verano y en navidad.

Luostarinmäki, Turku ©Turku Touring

Una vez visitados los imprescindibles de Turku, el río Aura vuelve a reclamar el protagonismo que le corresponde como nexo entre la cultura urbana y naval del lugar. En sus aguas mansas, un puñado de antiguas embarcaciones reconvertidas en restaurantes flotantes. Sobre él, bonitos puentes como el Theather Bridge que lo salvan. En sus márgenes, escoltados por jardines, tranquilos espacios para pasear salpicados de cafés y templos del buen comer. Y en su estuario, donde termina el río y empieza el Báltico, el antiguo puerto cuya memoria marítima y comercial se refleja en las embarcaciones museo del Forum Marinum.

Riberas del Aura. Turku Theather Bridge. Turku

No olvides reservar unos minutos de tu tiempo para embarcarte en el Föri, el pequeño ferry de uso gratuito que utilizan los locales para cruzar de una orilla a la otra. El trayecto, como podrás imaginar, es muy breve pero te brindará una nueva perspectiva del rincón más emblemático de Turku, dominado a lo lejos por la omnipresente torre de la Catedral.

El Föri, un pequeño ferry que conecta las dos orillas del Aura. Turku Bajando del Föri. Turku

Dónde comer y tomar una buena cerveza en Turku

Si eres nuevo en estos lares, debes saber que los finlandeses sienten auténtica pasión por su gastronomía en la que los tradicionales platos de reno o alce guisado y pescados como el salmón y el arenque comparten mesa con delicias como las famosas y enormes salchichas grillimakkara, el ruisleipä o pan de centeno o los pasteles salados conocidos como karjalanpiirakka.

Puesto de pescado en el Turku Market Hall. Turku

Este amplio recetario, influido por la cocina sueca, rusa y alemana pero con un toque muy finés, está presente en los numerosos restaurantes de la ciudad. Tanto en tierra firme, como sobre las aguas del Aura. Tanto para presupuestos ajustados como para bolsillos holgados. Tres recomendaciones:

Pinella: El restaurante más antiguo de Turku con privilegiadas vistas al río Aura. Menú muy versátil a precios razonables en un ambiente cálido de cuidado diseño (Vanha Suurtori, 2).

Restaurante Pinella. Turku

Kaskis: El joven chef Erik Mansikka está al frente de este pequeño restaurante que no deja de recibir elogios desde su apertura gracias a sus sorprendentes creaciones basadas en ingredientes naturales (Kaskenkatu, 6 A).

El chef Erik Mansikka y sus creaciones en el restaurante Kaskis. Turku

Turku Market Hall: Puestos de carne, pescado, quesos y frutas, tiendas delicatessen, panaderías, restaurantes, cafés… Un paraíso para gourmets en un precioso mercado de 1896 (Eerikinkatu, 16).

¿Una cerveza en un entorno singular? Puedes tomarla en The Old Bank, una antigua oficina bancaria ((Aurakatu, 3); en Uusi Apteekki, una farmacia reconvertida en bar (Kaskenkatu, 1) o en The WaterLoo, un pub más conocido como Puutorin Vessau, ubicado en los antiguos baños públicos de la estación de autobuses de Turku (Puutori). Eso sí, no olvides dejarte caer por Panimoravintola Koulu, antaño un colegio femenino y hoy una de las cervecerías más populares de la ciudad que también funciona como restaurante. Cañas artesanales entre pizarras, mapas y libros (Eerikinkatu, 18).

Cata de cervezas artesanales en Panimoravintola Koulu. Turku

El archipiélago de Turku, un paraíso por descubrir

¿Sabías que si los ciudadanos de Turku se empadronaran en grupos de cinco a cada grupo le tocaría un islote privado? Así es. Turku posee el archipiélago del mundo con más islas. Nada menos que 40.000, entre islas e islotes, que conforman un bucólico entorno natural salpicado de playas salvajes, pueblos marineros y zonas verdes a caballo entre la tierra y el agua.

Archipielago de Turku. © Visit Finland. Photographer Taipale Brothers

El conocido como circuito del archipiélago es un recorrido de 250 kilómetros que se puede realizar en coche en verano, cuando el hielo desaparece y se abren las vías marinas. No obstante, la mayoría opta por utilizar la bicicleta para desplazarte por este virginal espacio en pequeñas etapas descansando en acogedores hoteles y zonas de acampada que muestran un riguroso respeto por el medio ambiente. Doce puentes y nueve transbordadores se encargan de conectar este universo de islas pasando por enclaves como Kaarina, Lillmälö y su reserva Lenholm, Nagu, Korpoo,Iniö, Merimasku o la preciosa Naantali, considerada la ciudad del sol de Finlandia. Alquilar una cabaña frente al mar, pescar, relajarte en un sauna o practicar deportes náuticos son algunas de las tentadoras experiencias que puedes vivir en este oasis finlandés en el que el tiempo discurre a otro ritmo, el que marca la naturaleza y el turismo sostenible. Y slow. Muy slow.

Cómo llegar a Turku y desplazamientos

La mejor manera de llegar a Turku es a través de su aeropuerto, ubicado a siete kilómetros del centro de la ciudad. La aerolínea que cubre la ruta Helsinki-Turku es Finnair con varias salidas a lo largo del día excepto los sábados. Para el recorrido Turku-Helsinki, Finnair opera un vuelo diario. Su duración es de 35 minutos.

Desde el aeropuerto puedes coger la línea 1 de autobús hasta el puerto o hasta la céntrica plaza del Mercado, o bien un taxi cuyo precio medio es de unos 20€. Ya en la ciudad, gracias a su pequeño tamaño, puedes desplazarte caminando, en autobús o alquilar una bici en la Oficina de Turismo (Aurakatu, 2). Que no te frenen sus siete colinas, la más alta, Vartiouvori, solo está a 50 metros sobre el nivel del mar.

También puedes aprovechar tu estancia en Turku para coger un ferry hasta Estocolmo. Muchos finlandeses lo hacen por el puro placer de navegar.

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10 razones para viajar a la Laponia noruega y desear volver

10 razones para viajar a la Laponia noruega y desear volver

¿10 razones para viajar a la Laponia noruega? Podrían ser muchas más pero una decena bastará para que desees conocer esta región del norte de Europa. Paisajes eternos cubiertos de nieve, caminos sin trillar, auroras boreales, actividades que despiertan tu espíritu más aventurero, un cálido abrazo de paz y libertad que te protege del frío… Si te gusta conquistar nuevos horizontes, los deportes al aire libre y vivir experiencias únicas que te acompañarán para siempre, sigue leyendo. La Laponia noruega es tu próximo destino.

Kirkenes. Laponia noruega

Laponia noruega

Abróchate el cinturón. Despegamos. ¿Destino? Northern Norway, el lugar donde se cumplen los sueños.

Paisajes infinitos que te hacen sentir minúsculo

Si sigues mis idas y venidas por el mundo, ya sabrás que soy enamorada de los desiertos. Pues bien, tras mi viaje a la Laponia noruega he hallado un nuevo amante en la fisonomía de los inviernos del norte. Un rostro de páramos solitarios, bosques, islas, fiordos y lagos helados en los que la vida se abre paso enfrentándose a un entorno tan salvaje e inhóspito como sobrecogedor. Por encima del Círculo Polar Ártico, el paralelo con el que sueña todo viajero. En una región apenas poblada donde la naturaleza es la reina y señora de cuanto sucede a su alrededor.

La seductora belleza natural de la Laponia noruega

Caminos sin trillar. Laponia noruega

Mi momento: Detener el paso y otear con calma la virginal estampa que me rodea. El gran vacío blanco, la desolada nada helada. Con el cuerpo adaptándose a las bajas temperaturas que se alía con los latidos del corazón para que nada enturbie la sensación de paz que me embarga. Sintiendo cómo la más hermosa de las punzadas atraviesa mi alma.

Tromsø, el punto de partida de la gran aventura ártica

Oslo-Gardermoen (OSL)-Tromsø (TOS). Dos horas de vuelo con Norwegian para dejar atrás Oslo, la atractiva y vital capital de Noruega, y aterrizar a 350 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, en Tromsø. Su sobrenombre, la Puerta del Ártico. Su apellido: boreal. Un adjetivo que la acompaña cuando hablamos del jardín botánico, la fábrica de cerveza o la catedral más septentrionales del mundo. Una ciudad que vio partir a los grandes exploradores noruegos a finales del siglo XIX. Una ventana abierta a escenas únicas que reclaman ser rodadas y protagonizadas aquí y desde aquí. En el norte del norte.

Tromsø desde mi habitacion en el Scandic Ishavshotel. Laponia noruega

Tromsø. Laponia noruega

Mi momento en dos tomas: La primera, dejar las maletas en el hotel, caminar un par de metros, plantarme frente al puerto, que en plena noche no es más que un puñado de luces amarillentas, e imaginar qué paisajes esconderá el horizonte. La segunda, despertar al amanecer sin alarma alguna, acercarme a la ventana de la habitación y comprobar por primera vez, viendo la silueta de las montañas nevadas, que es real, que estoy en el lugar donde empieza el inolvidable periplo ártico, en este fascinante confín del mundo llamado Laponia noruega.

Trineo tirado por huskies, un imprescindible de la Laponia noruega

Una experiencia con mayúsculas y una de las grandes bazas de la Laponia noruega invernal. No hay mejor modo de definir lo que supone dar un paseo en trineo tirado por perros. Por Alaskan huskies de ojos azules, para ser exactos, cuyos atronadores ladridos retumban en la inmensidad de un manto blanco hasta que logran su objetivo, que comience la travesía. Entonces se obra el hechizo. Ya no hay gemidos, se hace el silencio. Un silencio que, sin embargo, tiene su propia banda sonora: el roce de las cuchillas deslizándose por la tierra helada. Y allí estás tú, un discreto espectador, con los sentidos alerta para hacer tuyo este instante en el que sientes que la naturaleza te tiende la mano.

Trineo tirado por perros. Laponia noruega

Alaskan husky. Laponia noruega

Mi momento: Aquel en el que decido, tras concluir mi trabajo, liberarme de la cámara y el móvil, ausentarte del mundo y simplemente sentir. El frío en la cara, el viento del norte, el jadeo de los canes, la nieve que levantan con sus patas, los baches del camino… Recostada en el trineo, como una princesa nórdica, bajo un sol radiante y un inmaculado cielo azul.

Motos de nieve, una descarga de adrenalina en el norte de Noruega

¿Sabías que en la Laponia noruega la corriente del Golfo hace que la temperatura sea más templada de lo que debería? Así es. Un bendito guiño oceánico que permite seguir realizando todo tipo de actividades cuando el sol se esconde. Como penetrar en la grandiosidad de un bosque a lomos de una moto de nieve. Que no te frene el miedo a pasar frío. Imposible sentirlo con todo el equipo que te suministran. Lo único que debes hacer es estar atento a las instrucciones de su manejo, ponerte al volante y jugar con los caballos de su potencia mientras te internas en la noche rumbo a lo desconocido.

Motos de nieve en la región de Tromsø. Laponia noruega

En el lago helado con Lyngsfjord Adventure. Laponia noruega. Foto de Gøril Ovesen

Mi momento: Los árboles han desaparecido de repente. Ninguna muestra de vida alrededor. ¿Dónde estamos? Encima de un enorme lago helado. La expedición se detiene y nos dejan dar unas vueltas por libre. La descarga de adrenalina es tremenda; más aún si tu piloto -gracias, Luca Bocci- además de un avezado conductor quiere que vivas esta experiencia a lo grande y pisa el acelerador, obligándote a agarrate bien fuerte cuando toma las curvas. Con tanto bote pierdo mi condición de princesa del ártico, sí, pero me convierto en el más afortunado de los paquetes al recibir este potente presente que me regala la región de Troms.

Pescar cangrejos reales en Kirkenes

Un avión de hélices operado por la compañía regional Widerøe nos traslada hasta Kirkenes, una pequeña población situada a tan solo 15 kilómetros de la frontera con Rusia. Llegamos en busca del cangrejo real, un delicioso invasor que emigró desde Alaska para convertirse en el soberano de las frías aguas de la región de Finnmark. Todo bon vivant convendrá conmigo que solo por saborear su exquisita carne vale la pena viajar a este recóndito rincón del planeta. Más aún si la experiencia incluye capturarlo, serrando un agujero en un fiordo helado. No te resistas, acabarás haciéndote la típica foto para ponderar su peso que puede llegar a alcanzar los 15 kilos.

Pesca del cangro real en Kirkenes. Laponia noruega

El cangrejo real, un imprescindible de la gastronomía de la Laponia noruega

Mi momento: Concluida la pesca. En una encantadora cabaña de madera caldeada por una chimenea. Alejada del frío que contemplo desde la ventana. Con una copa de vino blanco y unas patas de King Crab recién cocidas en mi plato. ¿La vida que nos merecemos? Exacto.

Trekking con raquetas de nieve, deporte y naturaleza

Ir convenientemente abrigado, calzarte un par de raquetas y asirte a los bastones de marcha. No necesitas nada más para disfrutar de una buena caminata por los paisajes nevados del norte de Noruega. Tampoco hacer gala de un envidiable estado físico ya que hay rutas para todo tipo de públicos. Más largas, más cortas, de baja dificultad, de mayor intensidad… Escojas el sendero que escojas el resultado será el mismo: acabarás sintiendo algo parecido a lo que pudo experimentar el mismísimo Roald Amundsen, el explorador polar de origen noruego más importante de la historia, o Fridtjof Nansen que en 1888 emprendió su propia aventura en el Ártico.

Raquetas de nieve en la Laponia noruega

Paisaje de la Laponia noruega

Mi momento: Dejar que el grupo avance un buen puñado de metros. Los suficientes para no perderlos de vista. Los necesarios para que sus voces no empañen mis pasos. Para paladear el silencio blanco, llenar los pulmones de aire puro, fijarme en las huellas de los animales que quedaron impresas tras su paso, para inmortalizar vistas de escándalo, para sentir cómo la fuerza de la Laponia noruega se adueña de cada milímetro de mi ser.

Tierra de samis

Estas tierras laponas no serían lo que son sin la presencia de los sami, la minoría étnica más importante del país que las ha poblado desde hace milenios demostrando una extraordinaria adaptación al entorno. Un pueblo, orgulloso de sus raíces y con parlamento propio, que nos obliga a quitarnos el sombrero ante el ancestral respeto que profesan por la naturaleza. ¿Dos ejemplos? Su idioma recoge más de cien palabras para referirse a la nieve y los renos, más que los animales que los trajeron hasta aquí, son parte indivisible de su identidad. Ya son pocos los que en la actualidad siguen pastoreándolos estación tras estación, eso sí, con motos de nieve, embarcaciones y GPS, pero estos conatos de modernidad no han afectado a los pilares de su forma de vida como guardianes de la cultura de los nativos del norte.

Sami. Laponia noruega

Reno. Laponia noruega

Mi momento: Tras el trekking con las raquetas, degustar un reconfortante bidos, el tradicional guiso de reno del pueblo sami, en una lavvo, la típica tienda que desde tiempos inmemorables han utilizado como refugio en la tundra noruega.

Los sabores del norte

Cocina local y sostenible que encuentra su despensa natural en los sabores de la tierra y el mar. El ya mencionado cangrejo real o el reno, que preparan de cuantas formas puedas imaginar, comparten mesa con el omnipresente salmón, el bacalao -fresco o secado al viento-, el lenguado o la caballa, a los que se suman en menor medida carnes de cordero, cerdo o buey que pueden disparar los precios de una buena comida. Como comenté a mis compañeros -gracias por todos esos fantásticos momentos que compartimos-, este es el primer viaje en el que no he perdido peso. ¿La razón? Todo lo que probé era excelente, tanto en forma como en contenido.

Bidos, el tradicional guiso de reno del pueblo sami. Laponia Noruega

Bacalao. Laponia noruega

Mi momento: En el restaurante Fiskekompaniet de Tromsø, especializado en pescados y mariscos. Allí descubrí la lengua de bacalao, toda una delicatessen de la gastronomía noruega, y la mejor sopa de marisco que he catado en la vida.

Dormir en un hotel de hielo en la Laponia noruega

“¿Vas a pasar la noche en un hotel de hielo? ¿Tú, con lo friolera que eres a menos cinco grados? Estás loca”. No, lo irracional e imperdonable sería no haber querido formar parte de los 50.000 privilegiados que hasta la fecha han vivido esta experiencia que aúna una buena dosis de aventura y un punto muy atractivo de curiosidad. Hallé mi morada helada en el Kirkenes Snowhotel que se construye cada año a finales de diciembre para desaparecer con la llegada de la primavera. Una vida físicamente efímera que se vuelve inmortal en la memoria de sus huéspedes. La respuesta a la pregunta del millón es sí. Se duerme y además calentito gracias a un saco térmico que resiste temperaturas de hasta -35 grados.

Ice bar. Kirkenes Snowhotel. Laponia noruega

Mi habitación en el Kirkenes Snowhotel. Laponia noruega Mi momento: Tras probar un licor típico en su Ice bar y dar buena cuenta de la cena, llegó la hora. Me enfundé en el saco cual crisálida y empecé a recorrer con la mirada cada rincón de mi gélida habitación. Algo fallaba y no era el frío. Iba a ser incapaz de pegar ojo con aquel pasamontañas que me agobiaba y no me dejaba respirar. Decidí quitármelo y el instante en que mi melena cayó por mi cuello es lo último que recuerdo. No fue Morfeo sino Ull, el dios nórdico del hielo, quien vino a buscarme y me retuvo con él hasta que una campanilla anunció la llegada del nuevo día. Desperté como me habían augurado que sería, con una sonrisa. La de una princesa, esta vez oriental, en su palacio de hielo.

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Aurora boreal, en busca de la gran dama

Go, go, go… La palabra fetiche que cada noche esperaba encontrar en Norway Lights, una bola de cristal en formato app de Turismo de Noruega indispensable para saber cuándo y dónde cazar una aurora boreal. Para la ciencia, la colisión de las partículas solares con los gases de la atmósfera de la tierra; para los esquimales, un sendero que conduce a las regiones celestiales; para los vikingos, la armadura de las míticas valkirias; para los samis, la luz audible. Para el que la contempla, el mayor espectáculo del firmamento, algo que todo el mundo debería presenciar al menos una vez en la vida en la Laponia noruega, el destino europeo donde se ven más auroras boreales.

Aurora boreal en Kirkenes. Laponia noruega

La magia de una aurora boreal. Laponia noruega

Mi momento: Nos saludó desde la ventanilla del avión, a lo lejos, difusa, pero innegablemente real, coqueteó con nosotros en Tromsø y se hizo de rogar hasta la última noche en Kirkenes. Llámame optimista, soñadora o crédula pero estaba convencida. Acudiría a nuestro encuentro. Con su delicada danza, sus haces de luz tiñendo la oscuridad con verdes, naranjas y reflejos rojizos, rodeada de hielo y nieve, y haciéndome sentir la partícula más pequeña del universo. Cuando se cruce en tu camino, mira al cielo, emociónate y trata de capturar su magia en un puñado de píxeles, sí, pero reserva un instante para ver la cara de aquellos que te acompañan. ¿No sabes cómo definir qué expresan sus rostros? Te ayudo. Se llama felicidad.

Más información: La aurora boreal en Noruega

Mi periplo por estas seductoras y atractivas razones de peso concluye aquí. Si he conseguido animarte a hacer las maletas y emprender la aventura de tu vida en la Laponia noruega, objetivo cumplido. Brindo por ello y porque yo pueda volver.

Skål!

Un brindis en la Laponia noruega

Nota: Este viaje ha sido posible gracias a la Oficina de Turismo de Noruega en colaboración con Northern Norway y Norwegian. Mi agradecimiento a todos ellos y en especial a Gøril Ovesen, magnífica anfitriona y embajadora de la Laponia noruega.

Cinco escapadas por España en Semana Santa

Cinco escapadas por España en Semana Santa

Las esperadas vacaciones de Semana Santa ya están a la vuelta de la esquina. Por fin toca aparcar de nuestro vocabulario antipáticas palabras como despertador, jefe, prisas y estrés, y dejar atrás la monótona y a menudo asfixiante rutina que marca el día a día. Se impone desconectar. ¿Todavía no has decidido dónde? Pues aquí te propongo cinco escapadas por España que espero despierten tu espíritu viajero. Ya lo dijo Guy de Maupassant: «El viaje es una especie de puerta, a través de ella salimos de la realidad». Hagámosle caso y abramos esa puerta, por ejemplo, en…

Gijón

Empezamos este repóquer de escapadas en Asturias, en la capital de la Costa Verde, en Gijón. Una Biosphere World Urban Destination que vive mirando al Cantábrico, el mar que ha hilvanado su historia dibujando playas como la de San Lorenzo. Una ciudad nacida a partir de Cimadevilla, el antiguo barrio de pescadores y marisqueras que reclama y con razón ser fotografiado. La iglesia Mayor de San Pedro, la plazuela de la Corrada, la calle del Rosario, la Capilla de La Soledad, la Cuesta del Cholo… Una villa marinera que sabe a pulpu con patatines, a calamares de potera, fritos de pixín, cachopos, bocartes y sidras. Hablando de sidras, del 24 al 27 de marzo Gijón celebra la VII Primera Sidra del Año (Primer Sidre l’Añu), o lo que es lo mismo, la esperada espicha que marca el comienzo de la temporada sidrera asturiana. Puedes consultar el resto de actividades programadas para Semana Santa en la web de Gijón Turismo.

Playa de San Lorenzo. Gijon

Plaza Periodista Arturo Arias. Gijón Mis imprescindibles:
  • Sube al Parque del Cerro de Santa Catalina para contemplar unas fantásticas vistas de la costa junto al Elogio del Horizonte de Eduardo Chillida.
  • Al caer la noche recorre el paseo marítimo, a la luz de las farolas y con el murmullo del mar como banda sonora.
  • Para tomar una copa, acércate a la zona de Fomento situada a lo largo de la famosa calle Marqués de San Esteban.

Más información en mi artículo: Gijón, una encantadora ciudad teñida de azul y verde

Zamora

El mayor número de iglesias románicas por metro cuadrado de Europa, edificios modernistas, ternera de Aliste, vino de Toro, y el imponente Duero, la columna vertebral de Castilla y León, por querido vecino. Estos son solo algunos de los principales atractivos de Zamora, una ciudad de estructura medieval que cuenta con un cuidado casco histórico lleno de arte, plazoletas, lienzos de murallas y jardines, en el que el tópico se convierte en realidad: parece que el tiempo se haya detenido en la “bien cercada”. La Catedral, con su famosa cúpula bizantina de 16 arcos dobles, el Puente de Piedra, el Castillo, el conjunto de molinos de las Aceñas de Olivares, el mirador del Troncoso… Anímate a descubrirla, Zamora bien merece una escapada y más en estas fechas ya que su Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional y marcada por la austeridad y la sobriedad de sus desfiles procesionales, es todo un espectáculo visual tanto para creyentes como para agnósticos.

Plaza Mayor de Zamora Puente de Piedra. Zamora Mis imprescindibles:

  • Un alto en el camino en el Café Bar Viriato para probar su versión del «dos y pringada», una comida típica del Domingo de Resurrección.
  • Detente frente a la portada de la iglesia de Santa María Magdalena, una de las más decoradas de la ciudad, y encuentra la figura del obispo tumbado si quieres volver a Zamora.
  • Ver cómo se apagan los últimos rayos de sol desde la margen izquierda del río, en Los Pelambres. La vista de Zamora al anochecer es espectacular.

Más información en mi artículo: Zamora en cuatro rutas: Románico, Modernismo, el Duero y una ronda de tapas.

Soria

Cuando visité Soria por primera vez descubrí que esta pequeña capital de provincia tiene mucho que ofrecer al viajero. Una ciudad en la que los poetas lanzan sus versos en cada esquina, el curso alto de del Duero es uno más de sus habitantes, y la vida discurre sin prisas. Las plumas de Antonio Machado, Bécquer y Gerardo Diego, entre otros, ensalzaron su serena belleza. Aquella que se plasma en su castellana Plaza Mayor, la ermita y el paseo del Mirón, el Monasterio de San Juan de Duero o en San Saturio, donde naturaleza y arte se dan la mano para crear una de las postales más bonitas de su fisonomía. No olvides visitar su cementerio en el que reposan los restos de Leonor, esposa de Machado. Lo encontrarás al lado de la iglesia del Espino en cuyo atrio verás “un olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido.

Plaza Mayor de Soria Puente medieval sobre el Duero. Soria Mis imprescindibles:

  • Para tomar el aperitivo acude a las plazas Ramón Benito Aceña -más conocida como Herradores- y San Clemente -El Tubo.
  • Revive el pasado de estas tierras en el cercano yacimiento arqueológico de Numancia, símbolo de la resistencia y valentía de los numantinos frente a la poderosa Roma.
  • Acércate a conocer la Laguna Negra, un espectacular paraje glaciar de la sierra de Urbión encajado entre paredes de roca gris y farallones.

Más información en mis artículos: Soria: una ruta por el centro de la ciudad de los poetas y Soria, un paseo a orillas del Duero.

Teruel

En esta lista de escapadas no podía faltar Teruel, la ciudad de los Amantes, de la estrella de ocho puntas, mi segunda casa. Una encantadora e injustamente desconocida capital que conserva su estructura medieval y que te seducirá a cada paso con su impresionante arquitectura mudéjar -Patrimonio de la Humanidad- y sus edificios modernistas. La Plaza del Torico, donde late con fuerza su corazón, las torres de San Martín, San Pedro y El Salvador, la Catedral, el Mausoleo de los Amantes, la Escalinata del Paseo del Óvalo o el viejo viaducto son solo una pequeña muestra de sus preciosos rincones. El resto los tendrás que descubrir tú, callejeando sin prisas por el casco antiguo y parando, cómo no, para saborear su delicioso jamón. No lo dudes. Date el lujo de conocer esta joya del sur de Aragón cuya Semana Santa -declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional- discurre entre cornetas, tambores y bombos.

Plaza del Torico y Torre de San Martin. Teruel Plaza de la Catedral. Teruel

Mis imprescindibles:
  • Come o cena en el restaurante Yain, parada obligada para los amantes de la buena mesa y el vino que saben apreciar la fusión de tradición e innovación. Para tapear, la Plaza del Torico y el Paseo del Óvalo.
  • Si viajas con niños, llévalos a Dinópolis, un parque temático en el que disfrutarán descubriendo los secretos del mundo de los dinosaurios.
  • Acércate a Albarracín para que compruebes por ti mismo por qué está considerado uno de los pueblos más bonitos de España.

Cádiz

Mi última propuesta pone rumbo al sur para detenernos en Cádiz, para mí, la niña bonita de Andalucía. Alegre, popular, bendecida por el Atlántico y por el salero de sus gentes… Así es la ciudad más antigua de Occidente, un lugar en el que es imposible no sentir el roce de la felicidad. Perdiéndote en el Pópulo, a la sombra de la Catedral Nueva y con 3.000 años de historia a sus espaldas, encontrándote en La Viña -su barrio más marinero y epicentro del carnaval-, viendo la vida pasar en el Campo del Sur; presenciando increíbles atardeceres que se instalarán para siempre en tu recuerdo, disfrutando los más de 7 kilómetros de playas urbanas que jalonan su litoral, hundiendo tus pies en la arena de La Caleta mientras las barcas de pescadores juegan con la marea, callejeando sin rumbo entre tapa y tapa… Una anotación: si te gustan las procesiones, debes saber que la carrera oficial comprende la Plaza de Candelaria, calle Montañés, Plaza del Palillero, calle Novena y calle Ancha.

Cadiz desde el Campo del Sur Freiduria Las Flores, Cadiz Mis imprescindibles:

  • Saborea la tradición del frito gaditano en la Freiduría Las Flores: chocos, puntillitas, boquerones, chipirones tortillitas de camarones…
  • Sube al mirador de la Torre Tavira, vigía oficial del puerto gaditano en 1778, y disfruta del duende de Cádiz a vista de pájaro.
  • Contempla el ocaso desde la playa de La Caleta y trata de descifrar los naranjas, violetas y rosas que tiñen el cielo de Cádiz. Impresionante.

Más información en mi artículo: Siete experiencias para enamorarte de Cádiz y caer rendido a sus pies

Cinco destinos nacionales. Cinco escapadas. Cinco oportunidades para abrir la puerta a nuevos paisajes, a diferentes culturas y tradiciones. Cinco opciones para disfrutar al máximo del más excitante de los verbos: viajar.

El Territorio de la Sidra y la gran fiesta del txotx en Guipúzcoa

El Territorio de la Sidra y la gran fiesta del txotx en Guipúzcoa

A pocos kilómetros de esa gran dama del norte que es San Sebastián se encuentra el Territorio de la Sidra, un rincón guipuzcoano, pequeño en dimensiones pero con una personalidad única, que conserva intactas sus arraigadas tradiciones y cuyo corazón late con fuerza siguiendo el ritmo que marca la producción y posterior disfrute de su bebida por excelencia, la sidra. Su nombre en euskera, Sagardoaren Lurraldea.

El Territorio de la Sidra Triturando las manzanas. Manzanal de Sagardoetxea. Territorio de la Sidra En Astigarraga, Hernani y Usurbil, las principales localidades sidreras de Guipúzcoa, el comienzo del año es especialmente importante porque se presenta la nueva cosecha de la sidra y se inaugura una nueva temporada del txotx que durará hasta mayo, momento en que la sidra restante se embotella para poder seguir degustándola todo el año. Pero, ¿qué es el txotx? Aunque técnicamente es la acción de abrir la kupela y dejar que la sidra fluya para que los allí presentes acerquen su vaso y se sirvan, lo cierto es que esta mágica palabra, que también hace referencia al palillo con el que se abren y cierran las barricas, abarca mucho más que el simple hecho de disfrutar un buen trago de sidra natural. Como pude comprobar en primera persona, el txotx para los guipuzcoanos es una de sus grandes señas de identidad. Un acto festivo, cuyos cimientos son la amistad, el respeto, la cultura y la diversión, que pone de manifiesto que la sidra es el eje que articula la historia, las costumbres y la forma de vida del Territorio de la Sidra.

Tradición, cultura y amistad en Sagardoaren Lurraldea, el Territorio de la Sidra El origen de este rito, sencillo en sus formas pero con un gran trasfondo que sintetiza todos los valores de la cultura de la sidra vasca, lo hallamos hace apenas 50 años, en pequeñas catas privadas que reunían a productores y compradores para probar y elegir las mejores sidras. Con el paso de los años, se fue abriendo a la participación popular hasta convertirse en lo que es hoy en día, uno de los acontecimientos gastronómicos más famosos de Euskadi cuyo inicio viene marcado por la celebración del Sagardo Berriaren Eguna, el día de la sidra nueva, que da comienzo a la temporada de sidrerías en Guipúzcoa.

Sagardo Berriaren Eguna, entre dantzaris, bertsos, kupelas y chuletones

Una experiencia inolvidable en torno a la sidra que viví como una guipuzcoana más. Esto supuso para mí asistir al Sagardo Berriaren Eguna que tuvo lugar el pasado 13 de enero ya que la apertura del txotx se celebra siempre el miércoles anterior al día de San Sebastián.

Tras la presentación de las principales características de la cosecha de 2015, que ha permitido producir 13 millones de litros de sidra, los actos de este día tan especial, que ya alcanza su vigésimo tercera edición, se iniciaron con la plantación de un manzano en el manzanal de Sagardoetxea, el Museo de la Sidra ubicado en Astigarraga. El encargado de llevar a cabo esta tarea fue el surfista Aritz Aranburu, el mismo que ya en la sidreía Zelaia de Hernani pronunció las palabras que todos esperábamos escuchar: “Gure Sagardo berria!”(nuestra sidra nueva).

El surfista Aritz Aranburu plantando un manzano en Sagardoetxea. Territorio de la Sidra Pero antes de este txotx multitudinario, pude escuchar por primera vez cómo suena un bertso y la llamada de los txalapartaris, ver cómo los dantzaris interpretaban bailes como la sagar-dantza o la soka-dantza y emocionarme al contemplar cómo los sidreros o sagardogiles unían sus manos en un gesto de hermandad para acompañar al deportista de élite zarauztarra hasta el interior de la sidrería.

Sagar-dantzariak y txitularis. Territorio de la Sidra Txalapartaris tocando la txalaparta. Territorio de la Sidra Bailes tradicionales. Territorio de la Sidra Los sagardogiles unen sus manos para acompañar a Aritz Aranburu hasta el interior de la sidrería Zelaia Estos emotivos instantes, tan nuevos para mí, fueron el preludio del gran momento. La apertura de la primera kupela. El comienzo oficial de la nueva temporada del txotx.

Al grito de Gure Sagardo Berria se abre la primera kupela y comienza la nueva temporada del txotx Aritz Aranburu catando la sidra nueva. Territorio de la Sidra A continuación, llegó la hora de degustar el menú tradicional de sidrería que se compone de tortilla de bacalao, bacalao frito con pimientos verdes y chuletón. El dulce colofón, queso con membrillo y nueces. Exquisiteces que compartí de pie, charlando con mis compañeros de mesa. Bajo un paraguas de cordialidad en el que no dejaba de sonar el grito de txotx que nos invitaba a acudir de nuevo a la kupela en busca de un nuevo trago de sidra recién elaborada. Aquí es donde realmente me di cuenta del encanto que supone acudir a una de las sidrerías del Territorio de la Sidra. Buen beber y buen comer en un distendido ambiente marcado por las sonrisas y el buen humor que una vez pruebas inevitablemente deseas repetir.

Bacalao con pimientos, otra exquisitez del menú de sidrería. Territorio de la Sidra En mi opinión, el rey del menú de sidrería es el chuletón. Territorio de la Sidra Queso con membrillo y nueces. Menú de sidrería. Territorio de la Sidra Por si mis palabras no han conseguido convencerte, mira este estupendo vídeo resumen del día de la sidra nueva producido por Barking Blogs. ¿Es o no es para vivirlo?

Sidrerías en Sagardoaren Lurraldea

Si quieres disfrutar de esta ancestral tradición, en la que todo el mundo es bienvenido, tienes a tu disposición una serie de sidrerías que puedes localizar en la web del txotx. Como verás, las hay de todo tipo, tradicionales, para comer sentado, para familias con menú infantil, para grupos numerosos…

Las que yo tuve el placer de conocer durante mi estancia en el Territorio de la Sidra fueron:

Sidrería Zelaia Sagardotegia: En las riberas del río Urumea, en el principal valle elaborador de sidra, se encuentra esta sidrería que como he apuntado acogió el comienzo oficial de la nueva temporada de la sidra vasca. Su menú es inmejorable y mantiene la tradición de cenar de pie al son del txotx. La sidra de Zelaia posee, además, el certificado de calidad Gorenak. (Barrio Martindegi, 29, Hernani).

Bertsolaris en la bodega de la sidrería Zelaia Sagardotegia. Territorio de la Sidra Sidreía Zapiain Sagardotegia: Otro magnífico escenario para vivir el txotx tradicional es esta sidrería de Astigarraga cuyos orígenes se remontan a 1595. Guiada por sus propietarios, tuve la suerte de realizar una cata de sidras en la que conocí las características de una buena sagardoa (sidra natural vasca) y sus recomendaciones de consumo: su color debe ser amarillo-verdoso, debe oler a fruta fresca y servirse no muy fría, entre 10 y 13ºC. En definitiva y según sus productores: sabremos que es una buena sagardoa si después de bebernos un vaso, tenemos ganas de tomar otro. (Nagusia, 96, Astigarraga).

Sidreía Zapiain Sagardotegia. Territorio de la Sidra Sidrería Saizar Sagardotegia: Situada a pocos minutos del centro de Usurbil y abierta todo el año, esta sidrería familiar es perfecta para albergar grupos numerosos que se concentran para degustar su famosa sidra que posee el certificado de calidad Eusko Label. Como curiosidad, al fondo de su restaurante, conserva como oro en paño las dos barricas más grandes de Euskadi. Cada una alberga 50 mil litros de sidra y sus nombres, Aitzgorri y Ernio, corresponden a dos de los montes más míticos de Guipúzcoa. (Kalezahar Auzoa, 39. Usurbil).

Menú de sidrería en Saizar Sagardotegia. Territorio de la Sidra Sidrería Rezola Sagardotegia: Muy auténtica y en un marco rústico y acogedor. Así es Rezola, una sidrería tradicional en la que se puede comer tanto sentado como de pie al tiempo que disfrutas de su sidra de primera calidad con sello Eusko Label. (Santiago Zeharra, 12. Astigarraga).

Sidras entre amigos. Sidrería Rezola Sagardotegia. Territorio de la Sidra

Eso sí, sea cual sea tu elección, procura ir con bastante apetito porque los menús que ofrecen son contundentes. Respecto a la cantidad de sidra que ingieras, eso es cosa tuya puesto que podrás acercarte a las kupelas cuantas veces quieras. Espera tu turno, pon tu vaso ligeramente inclinado para la sidra se rompa en espumas y aromas de manzana, y vuelve a la mesa. Hasta el próximo txotx, claro. Y recuerda, la temporada de sidrerías comienza en enero y concluye a mediados de mayo.

Celebrando el primer txotx en el Territorio de la Sidra Descubriendo el Territorio de la Sidra

Más allá de vivir en primera persona la gran fiesta del txotx, que por sí sola ya merece una escapada a estas tierras del nordeste guipuzcoano, el Territorio de la Sidra cuenta con una serie de atractivos que te recomiendo incluyas en tu agenda viajera:

Visita Sagardoetxea, el Museo de la Sidra Vasca de Astigarraga. Sin duda, el mejor lugar para profundizar en la cultura de la sidra ya sea recorriendo su manzanal, al tiempo que conoces los modos de recolección de las diferentes variedades de manzanas, su espacio museístico con audiovisuales y fotografías que nos hablan de esta tradición milenaria, o su centro de cata y degustación en el que podrás aprender todo lo necesitas saber para acudir a una sidrería como un vasco más.

Sagardoetxea, Museo de la Sidra Vasca. Astigarraga, Territorio de la Sidra El zizki se utiliza para recoger las manzanas una a una. Manzanal de Sagardoetxea. Territorio de la Sidra Explora Santiagomendiko Sagardo Bidea. Esta ruta temática está dividida en ocho estaciones con paneles de información, narraciones de audio y juegos que de una manera didáctica nos acercan a la historia de los caseríos de Santiagomendi y de Astigarraga mientras recorremos uno de los puntos más emblemáticos del Camino de Santiago a su paso por Guipúzcoa. No olvides detenerte a los pies de la ermita de Santiagomendi. Las vistas de San Sebastián que desde allí que se divisan son espectaculares.

Ruta temática Santiagomendiko Sagardo Bidea. Territorio de la Sidra Vistas de San Sebastián desde la ermita de Santiagomendi. Territorio de la Sidra Callejea por Hernani y ríndete ante sus deliciosos pintxos. No podrás decir que conoces el Territorio de la Sidra si no dejas que tus pasos te lleven hasta Hernani, una localidad situada a 10 km de la capital guipuzcoana que combina su faceta industrial con un precio casco antiguo calificado como conjunto monumental en el que destacan la iglesia de San Juan Bautista, la Casa Consistorial, la Torre de los Gentiles y la antigua Plaza Mayor. Para acabar de tentarte, debes saber que los bares y tascas de esta villa son famosos por la calidad de sus pintxos. ¿Un par de sugerencias? La taberna Txilibita y el bar Rufino.

Iglesia de San Juan Bautista. Casco viejo monumental de Hernani. Territorio de la Sidra De pintxos por Hernani. Territorio de la Sidra Acércate a San Sebastián. Si aún no la conoces, por obligación, y si ya has estado, por el puro placer de plantarte de nuevo frente a la playa de La Concha, probablemente el arenal más bonito de la cornisa cantábrica. Siente la fuerza del Peine del Viento, sube al Monte Igueldo a bordo del funicular más antiguo de Euskadi, piérdete por las estrechas y animadas calles de Lo Viejo, por su zona romántica con el dúo inseparable que forman el Hotel María Cristina y el Teatro Victoria Eugenia… Déjate enamorar por su apabullante encanto y conviértete en uno más de sus fieles admiradores.

San Sebastián desde el Monte Igueldo

Si tras leer mi experiencia, he conseguido, como espero y deseo, despertar tu interés por conocer, vivir y sentir la magia de este rincón guipuzcoano donde la sidra es la gran protagonista, objetivo cumplido. Nos vemos en Sagardoaren Lurraldea, el Territorio de la Sidra.

Nota: Este artículo, que refleja de modo independiente mi experiencia en el Territorio de la Sidra, forma parte del blogtrip #sagardoberria promovido por Blog on Brands en colaboración con Sagardoaren Lurraldea y Euskadi Gastronomika.

2015, un año para recordar. 2016, un año por vivir

2015, un año para recordar. 2016, un año por vivir

Absolutamente espectacular. Vibrante, divertido e interesante como pocos. Así ha sido mi 2015. Un año al que me está costando decir adiós. Un año que, por méritos propios, merece ser la primera ventana que estrene este rincón viajero del 2016. Porque no quiero que se pierda en la noche de los tiempos, porque quiero que quede constancia de todo lo que dio de sí. Emociones, experiencias y momentos únicos vividos alrededor de uno de mis verbos favoritos: viajar.

Un año que empezó recorriendo Marruecos con mi buena amiga Sara Rodríguez de Mindful Travel by Sara. Siete días en el norte de África, mi gran asignatura pendiente, atravesando las montañas del todopoderoso Atlas, descubriendo la belleza de las gargantas del Todra y del Valle del Dades, las kasbahs de adobe… Adentrándome en el desierto de Erg Chebbi a lomos de un dromedario, cenando bajo las estrellas, durmiendo en una jaima, rindiéndome a esa explosión para los sentidos que es Marrakech y contemplando desde un globo las zonas rurales que rodean esta ciudad imperial a la que seguirle el juego es muy fácil.

Amanece en el desierto. Marruecos

¿Cuatro instantes? Un alto en el camino con un té entre las manos en el Café Glacier viendo como anochece en la Plaza Yamaa el-Fna, un relajante paseo rodeada de la exquisita belleza del Jardín Majorelle, los cantos bereberes alrededor de una fogata, y salir corriendo en pijama para ver el amanecer en el desierto con mis pies enterrados en la arena, sintiendo el roce de la felicidad.

Tras Marruecos, llegó FITUR. Una cita imprescindible para acumular nuevas metas viajeras, saltando de continente en continente, mientras compartes buenos momentos con aquellos que más que blogueros de viajes ya son amigos, y te reencuentras con viejos conocidos que siguen luchando por publicar sus historias y fotografías en papel.

En marzo viajé al pasado, concretamente al siglo XV, asistiendo a la celebración de las Fiestas del Medievo de Villena. Tres días de diversión y cultura en los que el encantador barrio de El Rabal regresa a la Edad Media al son que marcan sus calles engalanadas, los pasacalles, los trovadores y los puestos de productos típicos y artesanales de su mercado.

Las calles de El Rabal durante las Fiestas del Medievo. Villena

En la capital del Alto Vinalopó me sentí una una villenera más. Recibí a los Reyes Católicos, descubrí las mejores vistas de esta villa alicantina desde el campanario de la Iglesia de Santa María, aprendí a preparar las tradicionales Tortas de San José, contribuí a librar la ciudad de las brujas y los malos espíritus procesionando antorcha en mano, presencié combates medievales y experimenté la magia de Atalaya Experience, un itinerario sensorial diseñado para entender la historia del castillo de Villena a través de las emociones.

Ya en abril, mi ruta palmera soñada se hizo realidad y pude conocer un precioso rincón canario que se me resistía desde hacía años: La Palma. Cuatro días bastaron para sentir que la Isla Bonita ya es un poco mía, que buena parte de su magia se coló en mi equipaje de vuelta.

Caldera de Taburiente. La Palma

Espectaculares entornos naturales como la Caldera de Taburiente o el Bosque de Los Tilos, playas y calas que nos recuerdan su pasado volcánico en forma de paisajes vírgenes, salinas como las de Fuencaliente, poder tocar el cielo con las manos en el Roque de los Muchachos, visitar el Observatorio Astrofísico, navegar en un mar de estrellas ante uno de los mejores cielos del mundo, contagiarte del ritmo de vida palmero en Santa Cruz de la Palma entre papas arrugadas, mojos, pescados, malvasías y barraquitos… Una isla que no me canso de recomendar a quienes me preguntan por un destino cercano, único y sorprendente.

Tras el TravelBlogger Meeting que se celebró en Plasencia a principios de mayo, alargué mi estancia en tierras extremeñas para conocer todo el potencial de dos comarcas cacereñas: la Sierra de Gata y Las Hurdes. Dos territorios alejados del turismo de masas que me conquistaron a golpe de cumbres, embalses, meandros, caminos apenas trillados, y pequeños pueblos de innegable personalidad que se adaptan con acierto a la tortuosa orografía en los que el tiempo, por fortuna, parece haberse detenido.

Sierra de Gata Y de Extremadura a mi querida Lisboa para disfrutar un año más del placer que supone para mí viajar con mis padres mostrándoles mis rincones favoritos del planeta. Sí, la capital lusa es uno de ellos, una ciudad que sigue cautivándome cada vez que la piso. La Lisboa de Pessoa, la del Marqués de Pombal, la de los fados, miradores y tranvías, la del bacalao y los pastéis de Belém, la que nunca pasa de moda.

Lisboa

Como extensión a esta escapada, una mañana en palabras de Camões «onde a terra se acaba e o mar começa«, el Cabo da Roca, el punto más occidental de la Europa continental. El lugar en el que las estribaciones de la Sierra de Sintra se topan de forma brusca con el Atlántico originando un estremecedor lienzo de escarpados acantilados.

El espectacular paisaje del Cabo da Roca Nunca imaginé que a finales de junio podría incluir a Jordania en mi currículum viajero. Lo dije en su momento y lo repito: esta joya de Oriente Medio, tantas veces soñada, me sedujo de tal manera que al volver a escribir sobre ella siento mariposas en el estómago y un halo de nostalgia que me acompañará hasta que consiga regresar.

Visita nocturna a Petra. Jordania Porque me caló hasta los huesos, me besó el alma y acarició mis sentidos. Lo hizo al cortarme la respiración mientras recorría el Siq de noche. Robándome una lágrima cuando me vi envuelta en un manto de velas frente a la fachada del Tesoro de Petra. Navegando y practicando snorkel en los impresionantes fondos marinos del Mar Rojo, callejeando por Amán, bañándome en el Mar Muerto, recorriendo el inmenso desierto de Wadi Rum por tierra y aire, fumando en shisha bajo las estrellas con música árabe tradicional de fondo… Cuando me regaló un precioso atardecer en la Reserva de la Biosfera de Dana. Cuando pedí permiso para hace una fotografía y obtuve una sonrisa por respuesta. Lo dije en su momento y lo repito. No lo dudes, regálate el lujo de viajar a Jordania. Su pueblo, cálido, cercano y tolerante, te recibirá con los brazos abiertos y la mano tendida.

A finales de julio llegó el momento de descubrir Japón. Aunque pueda resultar extraño, no estaba en mi top de destinos a corto plazo pero, como comenté en su día, vi la posibilidad de viajar hasta allí y no quise desaprovecharla. Hice bien. Este país, que puede resultar una locura y una total relajación, donde sientes que tienes todo por aprender, me brindó durante 17 días un aluvión de sensaciones y experiencias que siguen dibujando una sonrisa en mi rostro. Como protagonizar mi propia película en el santuario sintoísta de Fushimi Inari, corriendo montaña abajo y sin protegerme de la lluvia bajo un techo de torii rojos. Como el soplo de aire fresco que sentí al ver el monte Fuji y su precioso reflejo invertido en las aguas. Como el estado de desconcierto y soledad absoluta que me produjo contemplar desde el mirador de la sede del Gobierno Metropolitano la feroz hiedra de rascacielos que copa el horizonte de Tokio. Como las risas protagonizadas en un garito minúsculo de Golden Gai…

Santuario Fushimi Inari, Japón Me puse en la piel de una maiko en la dulce y serena Kioto, me alojé en un ryokan, paseé por el bosque de bambú de Arashiyama, reflexioné sobre la fe en el cementerio de Okunoin en Koyasan, escribí deseos en papel, me perdí y me reencontré mil veces… Este es el Japón que me traje en mi maleta, un puzzle de cuadros futuristas y postales milenarias en el que la sorpresa me acompañó a cada paso.

En septiembre, recibí al otoño en Zamora, una ciudad tranquila y de discreta belleza bañada por el Duero que cuenta con un impresionante patrimonio monumental fruto del Románico y que se enorgullece de formar parte de la Ruta Europea del Modernismo.

Panorámica de Zamora Ya en octubre, tras asistir al I Torneo Internacional de Combate Medieval celebrado en el conquense castillo de Belmonte, me alejé del ritmo frenético de Madrid en la Sierra del Segura, una comarca albaceteña cuyo gran potencial reside en sus paisajes, en sus encantadores pueblos, en su gastronomía, en antiguas tradiciones que han escapado del olvido.

Yeste desde el Monte Ardal. Sierra del Segura Y en noviembre, un deseado reencuentro. Cádiz. Mi Cádiz. La de eterna sonrisa, el pescaíto frito y el callejeo. Una capital andaluza y marinera como ella sola. Con su Playa de la Caleta, su malecón habanero, el Pópulo y la Viña, con sus inolvidables puestas de sol, con esa luz tan suya salpicada por la espuma del Atlántico…

Cádiz desde el Campo del Sur El año, mi año, terminó como el famoso anuncio, volviendo a casa por Navidad. A Barcelona. Paseando por sus playas, callejeando por el Gótico, cenando en Gracia, entre abrazos con amigos y disfrutando cada segundo del cariño de mis mayores.

2016, aquí te espero

No sé si porque la fecha que pone en mi carné de identidad avanza más rápido de lo que me gustaría pero cada vez soy más consciente que lo de tempus fugit va en serio. El tiempo huye, se escurre entre las hojas del calendario sin piedad, se escapa, vuela. Es una verdad absoluta como pocas y lo único que puedes hacer es agarrarte con fuerza a cada día que nace como si fuera tu último amanecer.

Mitigar lo malo, aferrarte a lo bueno y tratar de sonreír a la vida. Ese es mi principal propósito para este año recién estrenado. Quiero que la templanza de espíritu, la constancia, la paciencia y la curiosidad sean las virtudes que me acompañen en este nuevo viaje con doce etapas por delante. Doce meses que espero que lleguen cargados de viajes programados, de correos inesperados que te invitan a conquistar nuevos horizontes, de retos profesionales que me permitan seguir haciendo lo único que sé y quiero hacer: viajar y poder contarlo. ¿Un deseo más? Que estés aquí, a mi lado, acompañándome. Cuento contigo. ¡Feliz 2016!

#‎viveydejavivir‬ ‪#‎viajaydejaviajar‬

Descubriendo Petra, la ciudad perdida de los nabateos

Descubriendo Petra, la ciudad perdida de los nabateos

Emocionarte hasta cotas que aún no conocías, sentir el peso de la historia sobre tus hombros y bajo tus pies, maravillarte a cada paso, rendirte ante su magia y sus misterios. Poder decir he estado allí y recordar toda la vida que estuviste allí. Estas son solo algunas de las sensaciones que transmite Petra, la ciudad perdida de los nabateos, una meta soñada por muchos que yo alcancé en primavera al tiempo que descubría Jordania, un fascinante país que me regaló momentos únicos como el que voy a relatarte ahora.

El Tesoro. Petra. Jordania

Pero antes, retrocedamos más de 2000 años para conocer a los artífices de una de las siete nuevas maravillas del mundo, los nabateos, una tribu árabe que estableció su capital en Petra convirtiéndola en una próspera encrucijada en la que confluían las rutas comerciales de caravanas que unían Oriente y Occidente. Un pueblo sabio que supo forjar un sistema de cisternas y canalizaciones para que el agua nunca faltase en un entorno rodeado por el desierto y que hizo suyas las influencias de otras culturas plasmándolas en sus monumentos. Un reino nativo, rico y poderoso, que vivió momentos de esplendor incluso tras su conquista por el Imperio Romano. Pero el cambio de las rutas comerciales y la expansión del comercio marítimo alrededor de la Península Arábiga iniciaron su decadencia y paulatinamente Petra fue abandonada. Durante siglos no se supo nada de ella hasta que en 1812, el viajero y arqueólogo suizo Johann Ludwig Burckhardt, atraído por las leyendas que hablaban de la mítica ciudad rosada, la redescubrió al mundo. Desde entonces se han vertido ríos de tinta y caudales de imágenes sobre este poderoso imán que está presente en la mente de muchos viajeros. Aquí va un afluente más. Mi experiencia en Petra.

Visitar Petra por la noche, el más espectacular de los anticipos

Debo reconocer que cuando llegué a Wadi Musa Jordania ya me había conquistado. Lo consiguió callejeando por Amán y visitando su Ciudadela, descubriendo el laberinto de paisajes de Wadi Rum por tierra y aire, pasando la noche cual beduina en el desierto, practicando snorkel en las aguas del Mar Rojo, disfrutando del carácter amable y hospitalario de sus gentes, haciéndome sentir segura… Lo hizo antes de mostrarme su bien más preciado, para muchos la principal razón para viajar hasta allí, Petra.

Las ocho de la tarde. Nunca un instante fue tan deseado. A esa hora debía dejar mi hotel para hacer realidad un sueño que llevaba años dormitando en mi mente. Ya no sería necesario que nadie me lo contase ni imaginar que habría más allá del encuadre de una foto. La noche jordana, bajo un cielo de estrellas, me esperaba para guiar mis pasos a la luz de las velas por el Siq, ese espectacular desfiladero que finaliza frente a la fachada del Tesoro.

El Siq a la luz de las velas. Petra. Jordania

Tal vez haya quien prefiera recorrer primero Petra de día y dejar la visita nocturna para otro momento. Te aseguro que yo no, y más si esperas a que entre todo el mundo para disfrutar de este impresionante cañón natural en soledad. Como comenté en su día, estaba tan emocionada que me costó horrores hacerme con los controles de mi cámara para inmortalizar el soberbio escenario que intuía me rodeaba, retándome desde la oscuridad a calibrar la magnitud de los guardianes de roca que se cernían sobre mi cabeza, invitándome a tratar de desvelar sus secretos entre sombras y más sombras.

Lo recuerdo como si fuera ahora. El ritmo de mi respiración se aceleraba acompasando mis furiosos latidos. Las piernas me flaqueaban. Sencillamente no podía creer que a tan solo unos metros me esperaba Al-Khazneh, el Tesoro. Por eso, cuando el estrecho paso que lo custodia me permitió ver un retazo suyo, me quedé paralizada. Solo mis ojos fueron capaces de reaccionar materializando en un par de lágrimas las sensaciones que me embargaban. Sí, el mundo está lleno de rincones que desprenden un halo de intensidad y magnetismo difícil de explicar. El Tesoro es uno de ellos y contemplar su fachada excavada en la piedra sobre un manto de velas solo te deja una opción: sucumbir ante su belleza.

El Tesoro por la noche. Petra. Jordania

Petra by night. Jordania

El camino de vuelta decidí hacerlo sola. Fue fácil porque no éramos muchos los convocados a esta cita que se conoce como Petra by night. No me apetecía hablar con nadie. Quería templar mis emociones, convencerme de que lo que acababa de ver no era un espejismo y armarme de paciencia a la espera del día siguiente, cuando visitaría Petra a la luz del día.

Visitar Petra de día, un sueño cumplido

Todas las incógnitas que fui acumulando la noche anterior empezaron a difuminarse a media que mis pasos volvían a recorrer el Siq. A primera hora de la mañana, aquellas visiones imposibles de identificar se tornaron obeliscos, templos, terrazas agrícolas y canales que jalonan sus más de 1,200 metros de longitud entre imposibles formaciones geológicas. La garganta en sí ya es abrumadora, pero no menos que los colores que la tiñen: mil tonos de marrones, ocres, vainillas, grises… Ni el más ducho de los pintores hubiera seleccionado una paleta mejor para tintar las paredes de estos acantilados que nunca te cansas de fotografiar sorteando turistas y carruajes. Buscando, en vano, el mejor ángulo que capte este capricho de la naturaleza cincelado por el hombre.

Recorriendo el Siq. Petra. Jordania

El cañón del Siq. Petra. Jordania

Carruaje tirado por caballos en el Siq. Petra. Jordania

Y así te plantas de nuevo ante la fachada del Tesoro e, inevitablemente, la imagen de Burckhardt, el primer europeo en ver la joya de la corona jordana, se cuela en tus pensamientos. ¿Su cara sería parecida a la del resto de turistas que me rodean? Lo dudo. Él tendría que disimular su asombro mayúsculo para no ser descubierto y expulsado de inmediato de Petra.

Al-Khazneh. Petra. Jordania

Las palabras de nuestro guía me devolvieron a la realidad. Con ellas descubrí la mezcla es estilos que componen esta filigrana esculpida de arriba a abajo, su cornisa formada por 30 flores como días tiene el mes, leones y águilas -símbolos de la riqueza y el poder de los nabateos- y, cómo no, las huellas de los balazos de aquellos que tirotearon su urna desde sus monturas en busca de riquezas sin saber que Al-Khazneh era el verdadero tesoro. ¿Tumba de un importante rey nabateo? ¿Templo? Hermoso enigma para los historiadores. A mí me basta con saber que se ha mantenido en pie hasta nuestros días para mostrarnos su grandeza arquitectónica.

Pero el Tesoro, aunque resulte imposible apartarlo de tu mirada, solo es el acto inicial de una obra colosal que en forma de parque arqueológico alberga 800 monumentos tallados en piedra y cientos de tumbas que se cruzan en el camino. Una enorme ciudad que permaneció oculta a los ojos del mundo occidental durante siglos, resistiendo terremotos, combatiendo guerras, enfrentándose a las tormentas del desierto y a las inundaciones… Alcanzando la eternidad.

Calle de las Fachadas. Petra. Jordania

A medida que recorría la calle de las Fachadas, con su fila de tumbas nabateas, me fui haciendo una idea de cómo fue Petra en la antigüedad, una ciudad que llegó a tener más de 20.000 habitantes, con mercados, talleres, templos e incluso un teatro excavado en la sólida roca que dirías es romano pero que fue construido por los propios nabateos en el siglo I d.C.

Teatro construido por los nabateos. Petra. Jordania

Las Tumbas Reales, que sin el envite de la erosión seguro podrían competir en grandeza con el mismísimo Tesoro, la tumba del gobernador romano Sextius Florentinus, los restos del ninfeo, la calle columnada que conduce al centro de la ciudad, la puerta romana de Temenos, Qsar al-Bintel…

Tumbas Reales. Petra. Jordania

Calle Columnada. Petra. Jordania

Puerta de Temenos. Petra. Jordania

Plano de situación. Petra. Jordania

Kilómetros y kilómetros de ruinas de una antigua civilización donde no faltan evidentes reminiscencias helénicas y romanas pero también egipcias, persas, asirias… Un atractiva mezcolanza de monumentos y naturaleza imposible de abarcar en una sola mañana. Ese era mi tiempo y no más. Apenas cuatro horas caminando bajo un sol de justicia, esquivando las ráfagas de arena, hidratándome cada dos por tres para que mi cuerpo aguantara el ritmo, subiendo por caminos menos trillados en busca de nuevas perspectivas…

Caminando por Petra. Jordania

Anillos de Liesegang en las rocas de Petra. Jordania

Lagarto azul endémico de Petra. Jordania

Petra, la ciudad perdida de los nabateos

Aún así me dejé tanto por ver… Sobre todo, el Monasterio cuya imagen sigue siendo para mí solo una fotografía. Hasta que regrese, porque igual que me sucedió con Estambul, deseo volver a Petra sin el lastre de la primera vez, con todo el tiempo del mundo, sin prisas que te hacen acelerar el paso. Para captar más escenas cotidianas ajenas al trasiego de turistas como un conductor de carruajes que se detiene para rezar o un beduino descansando en un roca. Para revivir momentos que trastocaron mis sentidos y dejarme sorprender por lo aún no contemplado.

Toca rezar en Petra. Jordania

Souvenirs y turistas en Petra. Jordania

Beduino en Petra. Jordania

Consejos para visitar Petra

Reserva al menos dos días completos para visitar Petra. Precio de la entrada: 1 día 50 JD, dos días 55 JD y tres días 60 JD. Espectáculo Petra by night: 17 JD.

Viste ropa adecuada: calzado cómodo, gorra, pañuelo y no olvides usar protección solar.

A lo largo del camino encontrarás pequeñas tiendas de souvenirs donde podrás comprar bebida. Hidrátate constantemente si no quieres empezar a ver espejismos.

Sé un turista responsable con los animales. Aunque a la entrada un cartel nos anime a comprobar si los caballos, burros y mulas tienen un aspecto saludable antes de utilizarlos como medio de transporte, verás que el trato que reciben, sobre todo los burritos, es inaceptable. Sus guías a menudo los golpean mientras un turista con sobrepeso se hace un sonriente selfie. No entres en ese juego. A Petra se la conquista caminando así que, a no ser que tengas problemas de movilidad, olvida los carruajes, caballos, dromedarios y burros y gánatela paso a paso.

Sé responsable también con los niños que se acercarán para venderte postales o cualquier baratija. Te costará mucho no darles una monedas porque son adorables pero ese no debería ser su sitio. Su sitio está en la escuela.

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